La pérdida de su casa y su trabajo fueron hechos que traumaron a Juan. Debido a eso, él pensaba que el suicidio era la solución a sus problemas. Él recuerda: “Cuando conocí a mi esposa pensé que mi vida iba a cambiar, pero fue peor. Empezaron los celos, las peleas. Me quería ir de mi casa. Hubo un tiempo en el que me quedé sin trabajo y ella trabajaba. Me sentía humillado porque yo quería trabajar. Con lo que ella ganaba hacía malabares para que pudiéramos comer todos los días. A veces no tenía fuerzas para seguir. Empezamos a recorrer caminos equivocados para tener un matrimonio en paz. Un día la hermana de ella la invitó a la Iglesia. Yo llegué tiempo después y empezamos a luchar por nuestro matrimonio. De a poco, nuestra vida fue cambiando. Hoy somos muy felices, no tenemos peleas. Tenemos trabajo, empezamos a crecer económicamente. Tenemos una vida totalmente transformada. Es importante venir todos los domingos y buscar al Espíritu Santo que nos da la sabiduría para enfrentar cada día”.
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