El ómnibus presencia mucho, pero no dice nada. Cumple su misión de ir y venir varias veces, llevando a las personas que van y vuelven del trabajo, de la escuela, hospital, reuniones, encuentros. Altos, bajos, gordos o delgados, él no hace distinción de los pasajeros, sigue su camino.
De vez en cuando alguien pide que lo lleve gratis, él no se entromete en la reacción del conductor. Sigue su camino. Muy a menudo está repleto y escucha quejas del mal estado físico. A él no le importa. Porto Alegre-Viamão es el itinerario, de Porto Alegre a Viamão él irá, siguiendo su camino.
Menos de 1 dólar. Ese es el precio para que él lleve a alguien de un lado a otro. No fue diferente para el joven de 22 años que él recogió el pasado lunes 17 de agosto. Ni fue diferente para los cuatro hombres que subieron algunos minutos después, pero él descubrió, que ellos no eran iguales a los otros.
Estos cuatros tenían un objetivo diferente: sacarles todo lo que pudiesen a los que poco tienen. Es posible que no estuviesen dispuestos a matar, pero estaban preparados para eso. Cuando aquel joven de 22 años se rehusó a entregar la billetera, el celular y alguna joya que tenía, recibió tres tiros. Murió cuando aún estaba en el ómnibus, que siguió su camino hasta Viamão.
¿Qué es lo más importante?
El joven que perdió la vida es una más de las innumerables víctimas de los ladrones, que viven en el crimen sin medir las consecuencias de eso. ¿Qué estaba perdiendo él? Una billetera con 10 dólares tal vez. Un celular de 80 dólares. Sea cual fuese el precio, él creyó que valía más que su propia vida. Decidió arriesgarse.
Solamente el que ya pasó por esta situación puede afirmar que se siente. Sin embargo, todos los que leen la Biblia tienen acceso al versículo 19 de 1 Corintios 6: “¿Acaso no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo, quien está en ustedes y al que han recibido de parte de Dios? Ustedes no son sus propios dueños”
O sea, cuando alguien reacciona en un asalto, no está colocando en riesgo su cuerpo, sino el templo del Señor. En un error de juicio, cree que un celular es más importante que el santuario del Espíritu Santo. Colocarse en riesgo es también traicionar a Dios.
“El dinero es el dios de este mundo”, declara el obispo Edir Macedo en su blog. “Cuando Jesús dijo que es imposible servir a dos señores, el otro señor mencionado por Él fue el dinero.”
El apego a los bienes materiales aleja a las personas de los bienes espirituales. Evidentemente, la reacción a un asalto es prueba de eso. Tanto que el propio obispo afirma: “También sabemos que todo en esta vida tiene un precio, y este aumenta o disminuye de acuerdo con la calidad de aquello que se desea. Para adquirir una mansión celestial, el precio que hay que pagar es realmente muy alto, pues la moneda de cambio por esa mansión es la fe sacrificial, la renuncia al pecado, el desapego de los bienes materiales, como dinero, casa, autos, marido, mujer, proyectos personales, etc. Es hacer que esas cosas pierdan valor delante de la visión espiritual y del ideal de un día poder disfrutar de ese nuevo lugar, donde no habrá energía eléctrica, porque el Señor Jesús será nuestra Luz.”
Comparado a eso ningún objeto tiene el suficiente valor para una reacción a un asalto. Colocar el templo de Dios en riesgo en una situación de esas es tentar contra el bien más precioso que el Señor le dio: la vida.
Si usted también piensa de esa manera, está apegado a los bienes materiales y deja de lado la vida con el Padre, participe de la Reunión de los Hijos de Dios y entienda cómo actuar para obedecer Su Palabra.
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