Porque Yo les introduciré en la tierra que juré a sus padres, la cual fluye leche y miel; y comerán y se saciarán, y engordarán; y se volverán a dioses ajenos y les servirán, y Me enojarán, e invalidarán Mi pacto. Deuteronomio 31:20
¿Quién nunca cuestionó el motivo de que las promesas Divinas aún no se hagan realidad en su vida? Estoy segura de que todos un día ya se cuestionaron al respecto de eso.
Sin embargo, lo que muchos no se preguntan es: ¿Cómo debo prepararme?
Ya entendimos que el pueblo escogido por Dios tuvo que ser preparado en el desierto para llegar a la Tierra Prometida. Sin embargo, muchos no se dejaron preparar, no le prestaron atención a la importancia de enfocarse en Aquel que generaría la leche y la miel. El pueblo hebreo solo pensaba en la leche y en la miel, no veía nada más allá de eso.
Muchas son las personas que luchan, sacrifican, pasan un verdadero desierto, pero, cuando llegan a la “Tierra Prometida”, que son las realizaciones personales, se olvidan completamente de dónde salieron esas bendiciones, de dónde vinieron la leche y la miel. Consecuentemente, comienzan a apoyarse en todo lo que sus ojos ven, dejando así de tener Un Dios, para tener dioses (que son las cosas).
Es justamente cuando olvidamos de dónde brotan las grandezas que anulamos la alianza de Dios. La garantía de la conquista de las promesas Divinas está en aquello que imaginamos hacer con ellas, o cómo viviremos y gozaremos de las bendiciones.
Su imaginación, mi imaginación tienen el poder de llevarnos a situaciones que aún no son reales. Cuando imaginamos, Dios ve nuestra imaginación. Él presta mucha atención para, de esa forma, conducir nuestros pasos y también prevenirnos, como Él tuvo que hacer con el pueblo hebreo antes incluso de que llegara a la tan soñada Tierra Prometida.
Dios ya sabía que el pueblo haría de la leche y de la miel su todo, anulando así la alianza:
… porque Yo conozco lo que se proponen de antemano, antes que los introduzca en la tierra que juré darles. Deuteronomio 31.21
Además del sacrificio material, Dios espera que jamás nos olvidemos de dónde vienen las maravillas, y hacia dónde todas ellas, de tiempo en tiempo, volverán. Él permite que disfrutemos de la “Tierra Prometida”, pero Él también espera que usemos de la leche y de la miel (bienes materiales) para honrarlo y que, incluso sin palabras, afirmemos que Él siempre será el Dueño de todo.
Ahora, pues, si diereis oído a Mi voz, y guardareis Mi pacto, vosotros seréis Mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque Mía es toda la tierra. Éxodo 19:5
¡Las grandezas son para todos aquellos que usan la fe!
Las grandezas, ¡pero el derecho de ser propiedad de Dios, es solo para los que oyen Su voz!
Colaboró: Bianca Carturani