Cuando nos preguntamos de qué manera surge algo malo, siempre imaginamos que comienza en un lugar tenebroso. Sin embargo, las cosas malas que existen se originaron a partir de un mal principal, y este, a su vez, no surgió en un ambiente propicio. Al contrario: se generó en el corazón de uno de los seres principales del cielo: Lucifer, el querubín de la guardia de Dios.
“Tú, querubín grande, protector, Yo te puse en el Santo monte de Dios, allí estuviste; en medio de las piedras de fuego te paseabas. Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado…”
Sin embargo, un ángel tan perfecto comenzó a creerse superior a su Creador.
“… hasta que se halló en ti maldad. A causa de la multitud de tus contrataciones fuiste lleno de iniquidad, y pecaste…”
Debido a la belleza y la posición que tenía en el cielo, el orgullo nació dentro de Lucifer y él quiso ser más grande que Dios. A partir de ese momento empezó su caída.
Contaminado por el orgullo, generó otro pecado: el de la rebelión. A través de la malicia, contaminó la tercera parte de los ángeles. Como consecuencia, hubo una batalla en el cielo y todos ellos fueron expulsados.
“… por lo que Yo te eché del monte de Dios, y te arrojé de entre las piedras del fuego, oh querubín protector. Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor; Yo te arrojaré por tierra; delante de los reyes te pondré para que miren en ti. Con la multitud de tus maldades y con la iniquidad de tus contrataciones profanaste tu santuario; Yo, pues, saqué fuego de en medio de ti, el cual te consumió, y te puse en ceniza sobre la tierra a los ojos de todos los que te miran. Todos los que te conocieron de entre los pueblos se maravillarán sobre ti; espanto serás, y para siempre dejarás de ser.” Ezequiel 28:14-19
Por eso, todos los pecados que existen se originan a partir del orgullo. Es el veneno más mortífero y silencioso que hay para el alma, porque es la esencia de la naturaleza del diablo.
Pero, después de todo, ¿qué es el orgullo?
Según el diccionario, el orgullo es:
– “Sentimiento de satisfacción por los logros, capacidades o méritos propios o por algo en lo que una persona se siente concernida.”
– “Arrogancia, vanidad, exceso de estimación propia, que suele conllevar sentimiento de superioridad.”
– También, alto concepto que alguien tiene de sí mismo; soberbia.
– Amor propio expuesto de manera exagerada; altivez.
– Acción que demuestra desprecio hacia los demás; desdén.
Es difícil que el orgulloso asuma que es así. Para la persona orgullosa, el centro de todo deja de ser Dios y se vuelve ella misma.
Orgullo vs humildad
Por lo tanto, en toda la Sagrada Escritura se puede ver cómo Dios nos advierte contra este mal.
“La soberbia del hombre le abate; Pero al humilde de espíritu sustenta la honra.” Proverbios 29.23
La arrogancia no permite que la persona vea que está perdida en sus propios caminos y que necesita ayuda. Sólo con humildad, eso es posible.
El obispo Edir Macedo, en sus anotaciones de fe, destaca que esa es la “gran diferencia entre el arrogante y el humilde, porque mientras el primero es abatido en su orgullo, el segundo es sostenido y honrado por el Altísimo”.
Además de no tolerar el orgullo, “Dios también se opone a todos los orgullosos. Sin embargo, aquellos que reconocen que necesitan al Altísimo y Lo buscan con humildad serán favorecidos por El”.
“Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.” Santiago 4:6
Por esta razón, si hay algo en lo que el ser humano pueda gloriarse es en sus debilidades, como dice el apóstol Pablo: “Si es necesario gloriarse, me gloriaré en lo que es de mi debilidad.” 2 Corintios 11:30
“Por esta razón, Dios permite que enfrentemos luchas y situaciones difíciles para que nunca nos olvidemos de que no somos nada y para que permanezcamos humildes, siempre buscando la ayuda Divina”, reitera el Obispo.