La primera “Escuela de Profetas” mencionada en las Sagradas Escrituras fue fundada por Samuel (1 Samuel 10:5). Después, esta se consolidó comandada por otros profetas, como Elías y Eliseo. Existen relatos de grupos de 50 a 100 hombres en las ciudades de Ramá, Gabaa, Gilgal, Jericó y Bet-el que participaban de esta escuela especial.
Creo que la historia de vida de Samuel debe haberlo estimulado a acercar hacia él a jóvenes que tenían disposición para servir al Altísimo y así formarlos para Dios.
Aún siendo niño, Samuel fue llevado por su madre, Ana, hasta el Tabernáculo, en Silo, como cumplimiento de un voto. Ella lo ofreció al Sumo Sacerdote Elí para que realizara servicios en el Santuario, pero no sabía lo que él iba a hacer, simplemente entregó al niño para que este fuese de Dios. Samuel se convirtió en un prominente profeta, juez, y además sustituyó a Elí en su oficio, ocupando así los tres cargos más importantes de Israel.
Las escuelas de profetas funcionaban en casas. En estas, comían todos juntos, estudiaban la Torá y buscaban cimentarse espiritualmente. Los aspirantes al ministerio vivían “a los pies de los profetas”, observando sus ejemplos de vida devocional, milagros y desafíos.
El Señor Jesús también fundó Su escuela al acercar hacia Sí a 12 hombres diferentes y sin preparación, para invertir en ellos. Después, preparó a 70, y luego, a 70 más (Lucas 10).
Uno de los secretos del crecimiento de la Iglesia Universal está en el entrenamiento de sus pastores. Mientras la mayoría camina en dirección a los seminarios teológicos para allí informarse al respecto de Dios y tener la certeza de si realmente quieren el ministerio pastoral, en la Universal son aceptados quienes poseen el nuevo nacimiento y están sedientos por ganas almas.
Nuestro curso preparatorio sucede en el día a día de la Obra de Dios. Los Iburds, como son llamados los candidatos, permanecen muy cerca de un pastor con experiencia, que normalmente les enseña sobre la Biblia. También hacen visitas a casas, hospitales, y trabajan en todos los cultos. En fin, ven en la práctica cómo es la vida de un pastor.
Ese período puede durar hasta dos años, después él se convertirá en un auxiliar de pastor y recibirá más responsabilidad y confianza. En otras palabras, más trabajo, más renuncia, y por tiempo indeterminado. Hasta el día en el que podrá pastorear su iglesia.
La secularización de los cursos teológicos que tienen como objetivo la formación pastoral, ha contribuido y mucho al fracaso del evangelismo. Por eso, muchos teólogos diplomados hoy se asemejan más a los sacerdotes religiosos del Antiguo Testamento que a los hombres de Dios, lamentablemente. El hambre teológico ha sido mayor que el hambre por almas. Tanto deseo por los ministerios y profundidades de la Biblia para despilfarrar conocimiento, mientras que el mayor talento ha sido enterrado: ayudar al prójimo. El conocimiento es importante, pues es uno de los pilares de la vida ministerial, pero ¿de qué sirve el conocimiento en un corazón frío y sin compromisos con la vida de renuncia?
¡Por estas y otras razones la mies continúa siendo grande y los trabajadores continúan siendo pocos! ¡Roguemos al Señor de la mies que envíe más trabajadores! Puede ser gente simple y despreciada por los sabios, pero que tenga ánimo para trabajar y humildad para aprender de aquella forma antigua y eficaz, junto a quien es verdaderamente profeta.
Núbia Siqueira