Bill Porter nació en Estados Unidos y desde pequeño siempre era el blanco de las burlas de sus compañeros. Debido a una parálisis cerebral tenía dificultades para hablar y andar, y parte del lado derecho de su cuerpo estaba atrofiado. Durante toda su infancia fue tratado como retardado, incapaz de hacer cualquier cosa, y era atendido por los programas del gobierno para personas discapacitadas.
Pero él tenía una madre incentivadora, que no aceptaba las limitaciones que la vida le impuso a su hijo. Y Bill era un hombre simple, con un gran corazón, que quería escribir su historia y mostrar que era capaz de hacer algo.
Su madre lo incentivó para que buscara un empleo como vendedor y lo acompañó hasta una empresa que vendía material de limpieza. El gerente le negó el empleo. Sin embargo, Bill regresó y le pidió que le diera la peor ruta, esa que ningún vendedor quería hacer. El gerente le dio el empleo por pena, imaginando que luego el candidato a vendedor desistiría, a fin de cuentas, ninguno de sus mejores vendedores había tenido éxito en esa área.
Palabras de incentivo
El comienzo no fue sencillo. Él caminaba en promedio 16 kilómetros por día. Pero, si él tenía dificultades físicas y motoras, por otro lado tenía una fe interminable y no iba a desistir tan fácilmente. Después de varios intentos frustrados de vender de puerta en puerta y de recibir varios “no”, se sentó en un banco para comer un sándwich que su madre le había preparado. Al abrir el sándwich vio escrito con salsa de tomate las palabras “paciencia” y “persistencia”. Esas dos palabras le dieron a Bill la energía necesaria para continuar luchando.
De a poco, bajó la resistencia de las personas. Con su trato simple y carismático fue conquistando a los vecinos del barrio, de ese barrio adonde nadie quería ir. Y fue en ese lugar, para muchos un campo de derrota, que alcanzó la victoria, no solo desde el punto de vista financiero, sino también personal.
Con su entusiasmo y fe, se hizo un camino atravesado por una historia de persistencia, fuerza de voluntad y superación, vendiendo elementos de limpieza de puerta en puerta, en una época en que las personas que poseían discapacidades mentales eran vistas como incapaces.
“El mundo dijo que yo nunca podría tener un ingreso por mi propia cuenta. Mi madre dijo que yo podía, confié en ella y no en el mundo”, dice Bill. Y el joven que tenía problemas para comunicarse y andar, trabaja hace 5 décadas en la misma empresa y se transformó en un coleccionista de premios al mejor vendedor, con medallas de honor y admiradores.
Él salió del lugar que limitaba su visión y fue en búsqueda de sus sueños. No paró ante el primer “no” que recibió. Y hoy, el nombre de Bill Porter es un referente de mejor vendedor del mundo. Es verdad que él no tenía el vigor físico de otros colegas, pero tenía algo que solo quien ve con los ojos del alma logra divisar.
A los 78 años de edad, Bill aún continúa en actividad como vendedor, aunque trabaja por internet. Él atiende a sus clientes a través del sitio de la empresa que le dio la oportunidad hace 50 años.
De la vida real a la pantalla gigante
En 2002 fue lanzada la película “De puerta en puerta – La historia de Bill Porter”, que ganó cuatro Emy Awards 2003. Su inspiradora historia de vida muestra que no hay límites que no se puedan superar, ni barreras que no puedan ser vencidas cuando se tiene determinación, fe, paciencia y persistencia.