Después de haber enseñado acerca de las nueve bienaventuranzas en el Sermón del monte, el Señor Jesús trae una nueva instrucción para Sus discípulos y Su pueblo. En Mateo 5:13, Él declaró:
“Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se ha vuelto insípida, ¿con qué se hará salada otra vez? Ya para nada sirve, sino para ser echada fuera y pisoteada por los hombres”.
Este elemento tan comúnmente utilizado en nuestros días posee cuatro características que conllevan un significado espiritual a ser aplicado en nuestras vidas.
1. LA SAL PURIFICA
En la antigüedad, la sal era usada para evitar la contaminación o la infección de lo que luego sería consumido u ofrecido a Dios.
Aplicándolo a nuestra vida espiritual, nuestras obras deben estar acompañadas de pureza. Debés saber que los malos pensamientos, la ansiedad, el miedo, el enojo, los momentos difíciles que buscan contaminar nuestra mente nos vienen a todos. Pero, cuando asumís la indicación del Señor Jesús y sos sal, vivís en estado de alerta con respecto a tus pensamientos, para que estos se vuelvan puros, evitando así ser infectado con la bacteria de la duda.
Siempre será una decisión personal ver lo positivo o lo negativo en las personas, en las circunstancias y en uno mismo. Si elegís ser la sal, entonces siempre estarás purificado mentalmente.
2. LA SAL CONSERVA
En tiempos pasados, la sal se usaba para conservar los alimentos al no haber refrigeración eléctrica y en la actualidad aún sigue siéndolo en algunas partes del mundo.
Esto te enseña que debés conservar la paz, la fe, la alegría, la esperanza, el amor en tu interior. Siempre sucederán cosas que intentarán destruir lo que llevás por dentro, pero, cuando sos la sal de la Tierra, conservás, cuidás tu corazón y tu mente.
3. LA SAL DA SABOR
Antes de conocer a Dios, estabas infectado, contaminado, no tenías sabor, incluso seguramente no había placer de estar en familia, de trabajar, de cuidarte a vos mismo, de buscar al Señor y meditar en Su Palabra. Solo pensabas en vos y en tus necesidades, tus palabras y conductas no transmitían sabor. Faltaba ese sabor porque faltaba ser sal.
Y lo que el Señor Jesús quiere de nosotros es que, aunque trabajemos entre quienes nos desean el mal, aunque nadie en nuestra familia crea en Él, aunque todo a tu alrededor parezca estar en tu contra, debemos dar sabor, debemos marcar la diferencia donde estemos.
4. LA SAL DA ENERGÍA
Un ejemplo de esto es el suero, que está compuesto básicamente por agua y sal, buscando recargar de fuerza a quien lo necesite.
Esto nos enseña que, cuando asumimos nuestra confianza en Jesús, recibimos energía espiritual, psicológica, emocional y física, además de disposición. Aunque el cuerpo esté cansado, no está desanimado.
Cuando sos la sal de la Tierra, pasás a practicar las enseñanzas de Jesús, tu carácter, tu manera de hablar, de pensar, de reaccionar, de lidiar con los demás lo demuestran y no te dejás contaminar por lo negativo que te rodea.
Muchos, al contrario, se convirtieron en sal insípida al priorizar otras cosas antes que a Dios y la comunión con Él. Son aquellos que dicen creer en Dios, los famosos religiosos, fanáticos, desequilibrados, que declaran conocer la Biblia, pero no tienen sabor, comenzando por su carácter. Tienen una religión, una iglesia, conocen las Escrituras, pero eso no es suficiente, si no se pone en práctica lo aprendido.
“No dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos unos a otros, y mucho más al ver que el día se acerca”. Hebreos 10:25
Un día partiremos y debemos hacerlo sabiendo que hemos sido la sal, purificando, conservando, dando sabor y energía, alumbrando y ayudando, dando vida, esperanza, amor, disciplina y justicia a los demás.
Quien conoce la Verdad tiene la responsabilidad de ser la sal, no solo dentro de la iglesia o solo en su casa, sino en toda la Tierra, en cualquier lugar del mundo, en cualquier circunstancia. Ser sal con sabor o insípida es una decisión que cada uno toma para su vida.
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