Analía define su pasado como un calvario. Sin embargo, un programa de televisión le daría una esperanza. Esta es su historia:
“Mi matrimonio y mi economía estaban destruidos. Estábamos a punto de separarnos y nos aconsejaron que visitáramos a un brujo. Lo hicimos y nos dijo que mi nombre estaba enterrado en varios cementerios y que, para ser desenterrada, debía tener relaciones sexuales con él porque me habían hecho un ‘trabajo muy fuerte’ y no había otra opción.
Además, debía pasar muchas horas con esa persona, todos los días, ‘haciendo morada’ en un campo para que, aparentemente, el mal fuera arrancado.
Lejos de mejorar, mi vida empeoró. No podía dormir y pensaba que mis familiares se iban a morir. Quería ponerle fin a mi vida, tirarme al mar, porque era mucho el sufrimiento.
No quería someterme más a sus exigencias, me sentía triste porque le mentía a mi esposo. Me habían dicho que, si le contaba la verdad, ese ‘trabajo’ se iba a cortar y yo iba a morir.
EL FIN DEL CALVARIO
Un día, vimos en un programa de la Iglesia Universal un testimonio muy similar a mi caso. Nos llamó la atención. Hicimos la oración con el vaso con agua y nos sentimos mejor.
Así fue como llegamos a la iglesia. Una vez el pastor explicó que las fuerzas malignas eran las que causaban sufrimiento. Entendí quién estaba por detrás de mi dolor y, entonces, comencé a participar de la reunión de liberación para ser libre de todos los males y ser curada de los dolores en el intestino.
Perseveré los viernes y el dolor disminuyó. Luego, fui libre del insomnio, de los pensamientos de muerte y del vicio del cigarrillo.
Tenía ganas de ir todos los días a la iglesia porque allí me sentía bien. Al tiempo, me bauticé y Le dije a Dios: ‘Si antes servía a los espíritus, prometo ahora servirte mucho más a Vos’. Abandoné las cosas incorrectas y le pedí perdón a mi marido por haberle mentido durante tanto tiempo. Él lo entendió y buscamos la ayuda de Dios para nuestra pareja.
Al usar la fe, todo cambió, comenzó a existir la confianza y el compañerismo. Además, nos casamos en el Altar, las puertas se abrieron e iniciamos un emprendimiento que crece.
Hoy tengo un matrimonio feliz, una economía estable, ya no sirvo a los espíritus, sino a Este Dios que me salvó y me restauró”.
Asiste a la Iglesia Universal ubicada en Av. Pedro Luro 4422, Mar del Plata, Bs. As.