“Y dijo el Señor a Samuel: Oye la voz del pueblo en todo lo que te digan; porque no te han desechado a ti, sino a mí me han desechado, para que no reine sobre ellos.”, (1 Samuel 8:7).
Dios libró a Israel de la mano de los filisteos, de modo que nunca más se levantaron contra su pueblo en los días de Samuel. Sin embargo, tan pronto vino la paz, nuevamente los israelitas se olvidaron del Señor, incluyendo a los propios hijos del profeta Samuel.
Una vez más, las Escrituras muestran que no sirve de nada recibir solo bendiciones, milagros y grandes libramientos por la fe. Si no hay un nuevo nacimiento, una verdadera entrega a Dios, las conquistas solo harán que las personas se acomoden y se olviden de Dios.
Vea: aquel pueblo había visto a Dios librándolo de cinco mayorales (príncipes) filisteos, durante aquella confrontación en Mizpa. Eran cinco príncipes filisteos, e Isarael ni rey tenía. Pero, debido a que el Rey de reyes estaba con ellos, Israel aniquiló a sus enemigos. Sin embargo, ¿qué hizo el pueblo? ¿Miró a Dios? No. Miró el modo de vida de los enemigos y le dijeron a Samuel: “Queremos un rey, como lo tienen todas las naciones”. Dios se sintió desechado, como ha sido desechado hoy por muchos que prefieren el modo de vida de los incrédulos en lugar de la obediencia a Su Palabra. No quieren que el Señor Jesús reine sobre ellos, pero aceptan que otras cosas y personas reinen en sus vidas.
“Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.”, (Mateo 6:10).
¿Usted busca a Dios por las bendiciones o por Él?
¿Anhela el modo de vida de las personas del mundo y por eso tiene dificultad para entregarse a Dios?
¿Es conciente de que si Dios no reina sobre usted, otras cosas y personas estarán reinando (y usted será esclavo de ellas)?
El mayor testimonio es nacer de Dios. Coloque una piedra hoy sobre su vieja criatura, y Dios le hará nacer de nuevo.
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