“Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto.”
(Proverbios 4:18)
Conforme pasan los días en la presencia de Dios, somos moldeados. Crecemos, nos fortalecemos en la fe y, paulatinamente, día tras día, nuestra vida se va desarrollando y brillando en este mundo de oscuridad.
La vida del hijo de Dios no se hace perfecta de la noche a la mañana. No hay un truco de magia que lo hará dormir con toda su vida desordenada y levantarse con todo arreglado, organizado, sin haber hecho nada. ¡No! Es necesario que haya sacrificio. Es necesario que haya esfuerzo. Hay que colocar la Palabra de Dios en práctica, negarse a sí mismo, tomar la cruz y seguir al Señor Jesús. Sacrificio, sacrificio, sacrificio. Tres niveles de sacrificio indispensables para iluminar la senda del justo.
Es en la perseverancia que su camino se iluminará, día tras día, hasta ser un día perfecto. Hasta que la luz haya eliminado toda la oscuridad. Manténgase en la luz, persevere en la luz, pues su camino brillará más y más, hasta que todo en usted sea luz.
No sin esfuerzo, no sin luchas. No sin tener que levantarse y luchar para que la vida que antes estaba desordenada sea organizada conforme Dios lo determinó. La victoria Él ya la dio. Él es la luz que ilumina su vida. Él es Aquel que hace al día perfecto. Es su motivación para perseverar.
La luz brillará más y más en su vida.
Haga clic aquí y vea el mensaje anterior.
Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo