La fe inteligente no se deja llevar por los sentimientos
Dios busca hombres y mujeres de fe valientes, con coraje, sin temores, intrépidos y audaces para realizar a través de ellos obras grandiosas. Dios encontró a David, Abrahaam, Josué y caleb porque eran hombres valientes. En su obra, también usó a mujeres como Rut, Ester y otras tantas. En los días de hoy, no es diferente, pues Él también desea usarnos, pero es preciso coraje para asumir esa fe y tomar actitudes.
No son pocas las jóvenes que sueñan con formar una familia, encontrar un compañero para construir un hogar. Aún habiendo fracasado en el primer y segundo matrimonio, aún nutren dentro de sí un deseo de ser feliz en la vida sentimental. Ninguna mujer quiere casarse con un hombre cobarde. Creo que muchas veces deben pensar: “ Si mi enamorado, o futuro marido, no me da seguridad mientras soltera, seguramente no me la dará cuando nos casemos” En ese caso mejor no casarse.
Toda mujer procura la protección de un hombre, la seguridad. Ella es la parte más dócil, fágil y, como tal, desea encontrar a alguien que cuente con esas condiciones. El hombre agrada a la mujer cuando asume sus responsabilidades. Ella se decepciona cuando él es flojo, débil y sin carácter. Verifique que cuando la mujer es la cabeza de un hombre, el casamiento es un fracaso, ya que ella es quien debería recibir la seguridad de su compañero, y no al revés.
Para que Dios cuente con el ser humano, precisa encontrar en él seguridad. Cuando Gedeón habló con Dios y dijo: “ Si el Señor es con nosotros”, lanzó una pregunta dudosa. Quiere decir, fue audaz, “prepotente”. Pero, el Señor le dijo: “ Ve con esa tu fuerza” En otras palabras, Dios dijo: “Yo te elegí porque eres una persona de coraje”
Por tanto, esas son las personas que manifiestan la fe que agrada a Dios. La fe inteligente agrada al Altísimo. Sin fe es imposible es imposible agradarlo. Pero, para eso la calidad de fe de ella no puede ser débil, mezclada con emoción y entusiasmo.
Veamos el ejemplo de Jesús que, para resucitar a la hija de Jairo, necesitó primero sacar de allí a aquellos que estaban llorando, a los emotivos. Ellos tuvieron que salir para que el milagro pudiese ser realizado. La emoción paraliza a la verdadera fe y no permite que tomemos posesión de las promesas de Dios.
La fe inteligente no se deja llevar por las circunstancias ni por los sentimientos. Evalúe su fe y verifique si de hecho y de verdad ha funcionado. De lo contrario, llegará a la conclusión de que no ha funcionado, justamente por estar mezclando fe con emoción.
En otra oportunidad, Jesús estaba anunciando el Evangelio y había muchas personas a su alrededor. “ Y le dijo uno: He aquí tu madre y tus hermanos están afuera, y te quieren hablar.” (Mateo 12.47). La madre y los hermanos deberían sensibilizar a Jesús y hacerlo dejar de hacer lo que estaba haciendo: predicar el Eangelio del Reino de Dios. Sin embargo, Jesús, que vivía en la fe sobrenatural, respondió: ¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos?
Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos.
Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, y hermana, y madre.” (Mateo 12. 48, 49, 50)
Jesús rechazó aquel sentimiento familiar con una palabra dura. Eso es lo que debe suceder. Verificamos que la fe funciona en esa base. ¿Recuerda a aquella mujer que fue a Jesús con flujo de sangre hacía 12 años y que además sufría por que los médicos no podían ayudarla? Ella se gastó todo lo que tenía y no se curó. “cuando oyó hablar de Jesús, vino por detrás entre la multitud, y tocó su manto” (Marcos 5:27)
Ella tocó el manto de Jesús porque dentro de ella había una convicción. No importaba el número de personas que estaba alrededor de Él con problemas semejantes al suyo. Ella se decía a sí misma:
“Si tocare tan solamente su manto, seré salva.” (Marcos 5:28).
Existen muchas personas empujando a Jesús, pero pocos lo están tocando con la verdadera fe aliada a la inteligencia.