Las personas engañadas por su propio corazón sufren mucho y están más expuestas al dolor, a lo largo de la vida. Eso sucede porque quien prioriza el sentimiento en vez de a una decisión racional no logra discernir lo que es mejor para sí mismo.
Un estudio realizado en la Universidad Purdue, en Indiana, Estados Unidos, estimuló a los voluntarios de la investigación a recordar hechos vividos en los últimos 5 años. Según los investigadores, los recuerdos de los dolores emocionales son mucho más vívidos y sobreviven más tiempo en la memoria que el dolor físico.
Si los dolores emocionales son los que más lastiman, y también los que más perduran, muchas veces nos impiden seguir adelante para alcanzar nuestros objetivos. Porque Dios es Espíritu y se comunica con nosotros mediante el intelecto, que es la razón. La mente, el razonamiento y el cerebro no deben estar sujetos al corazón.
Podemos seguir dos caminos: o nos entregamos a las decepciones, a los disgustos, y angustias que el mundo ofrece en bandeja, día tras día, o tenemos la certeza (es decir, usamos la razón) de que nos vamos a levantar, aun frente al dolor. Parece incluso incoherente, pero si continuamos oyendo la voz del corazón, no lograremos oír la voz de la razón.
Cuando tenemos la consciencia de que lo que debe tomar el primer lugar en nuestras decisiones es nuestro intelecto, tenemos la seguridad de que las experiencias emocionalmente dolorosas, no se perpetuarán en nuestra vida.
La determinación para superar el dolor está fundamentada en la fe, es decir, en la seguridad, y en las Promesas de nueva vida que existen para cada uno de nosotros.