“Esto recapacitaré en mi corazón, por lo tanto esperaré.” (Lamentaciones 3:21)
¿Cuántas veces nos abatimos por pensar que Dios se olvidó de bendecirnos? Damos espacio a una tristeza inexplicable, a un abatimiento que echa fuera la sonrisa de nuestro rostro. ¿Pero será cierto que Él se olvidó realmente?
En el Salmo 20, parece que David quiere recordarle a Dios todas las ofrendas entregadas; ”Haga memoria de todas tus ofrendas, y acepte tu holocausto” En realidad, somos nosotros los que nos olvidamos de todos los hechos del Señor y que solamente Él es Dios.
En el día de la tribulación, del problema, parece que todo se levanta y va en contra suyo. Cosas simples como golpearse un dedo con la esquina de la cama, derramar alguna cosa en el suelo, no conseguir la respuesta que se desea del marido, en fin, parece que todo conspira en su contra.
Sin embargo el propio Salmo 20 dice: “Ahora conozco que el Señor salva a su ungido; Lo oirá desde sus santos cielos con la potencia salvadora de su diestra.” El siempre tiene una respuesta, por más que todo parezca ruin y sin solución.
Confiar y confiar
Todo lo que un día se hizo para Dios no fue en vano. Él conoce las intenciones de cada corazón y la sinceridad de cada entrega.
Lo que debemos hacer cada vez que nos abatimos y sentimos la falta de una respuesta directa de Dios es confiar que Él es Dios, y como Dios no deja de cumplir ninguna de sus promesas. Tenemos que saber colocar nuestra fe en práctica.
Cuando se sienta abatido y sin fuerzas, acuérdese de todo lo que el Señor ya hizo en su vida, de todos los libramientos, de toda las bendiciones alcanzadas. Acuérdese que Él y solamente Él es Dios para realizar lo imposible, y que usted no está solo.
Así como Él fue en el pasado, todavía es. Por eso, los milagros ya vividos son apenas una muestra gratis de aquello que aún no llegó. Basta creer y confiar.