En Apocalipsis 20:11 se describe una serie de visiones que tuvo el apóstol Juan cuando estuvo en la isla de Patmos. Dios permitió que él fuera esclavo en ese lugar, y en el dolor fue que Le dio la revelación.
Dios nunca nos da revelaciones cuando todo va bien. Él solo nos habla en el momento de dolor. Juan, a pesar de ser un hombre de Dios, solo pudo tener las visiones del Apocalipsis en la isla de Patmos. Él dijo: “Y vi un gran trono blanco…”. Dios le dio esa visión, visión física y espiritual. “… y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos.”.
Juan vio el gran trono blanco y en él, a Quien estaba sentado, de cuya presencia huyeron, la tierra y el cielo, es decir, lo infinito creado por Dios huyó de Su presencia.
“Y vi a los muertos, grandes y pequeños de pie ante Dios…”. Él vio a los ricos y a los pobres, a los poderosos y a los que no eran nada. Todos estaban muertos, pero ¿de dónde vinieron esos muertos? No se trata de los muertos que están en el cementerio porque esos muertos no están allá, están en el infierno o en el cielo. Si están en el cielo, entonces, no necesitan Juicio, porque ya fueron salvos. Jesús los salvó, los justificó, Él pudo comprarlos para Dios con Su sangre.
Jesús los juzgó, pero todos los que entregaron sus vidas a Jesús, aun habiendo sido juzgados por el Tribunal del Señor Jesús, fueron salvos. Ellos fueron juzgados, nosotros seremos juzgados y recibiremos o no el galardón. Todos los que entregaron sus vidas, que pagaron el precio para seguir a Jesús, a pesar de también haber sido juzgados, todos fueron salvos. Pero esos muertos a los que se refiere, son los muertos que estaban en el infierno.
Hoy vivimos en una pequeña tribulación. Tribulaciones con el padre, con el hijo, con la mujer, con el marido, ¡vivimos en tribulación!
Cuando Jesús venga, buscará a Su Iglesia para arrebatarla. Entonces lo que hoy son salvos serán arrebatados, no probarán la muerte, sino que serán llevados con Jesús a los cielos. En ese mismo momento el Espíritu Santo saldrá de la Tierra, subirá y el mundo caerá en una frialdad espiritual total. A ese período de 7 años la Biblia lo llama Gran Tribulación. Las personas en este mundo sufrirán bajo el yugo del anticristo, van a gemir, van a agonizar de dolor, muchos querrán morir y no van a poder. Después el diablo será aprisionado durante 1000 años y Jesús reinará en este mundo. Pasados los 1000 años del reinado de Jesús, Satanás será soltado y tendrá lugar la batalla del Armagedón. Cuando acabe el Armagedón, y el diablo y sus seguidores sean destruidos, Satanás será aprisionado y lanzado en el lago de fuego.
Entonces, se llevará a cabo el Gran Juicio. En el Gran Juicio son resucitados los que estaban en el infierno para ser juzgados ante el gran trono blanco. Observe, continúa así: “Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida…”.
Por un lado tenemos el Libro de la Vida y por el otro, los libros que cuentan la historia de cada uno, pero el Libro de la Vida solo contiene el registro de los salvos. “… y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras.”.
Si usted no entregó su vida a Jesús, todo lo que hace está siendo registrado. Por ahora usted no va a ser juzgado, por ahora puede ser castigado por el diablo, que es lo que sucede. El hombre cosecha lo que sembró. Dios solo juzgará a las personas después de que hayan sucedido todos esos acontecimientos mencionados anteriormente.
Debido a la Justicia de Dios, Él trae los libros que cuentan la historia de cada uno y el Libro de la Vida para probar Su Justicia, para comprobar que de los nombres de aquellas personas, no haya ninguno que esté escrito en el Libro de la Vida. Y el texto dice: “… y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras.”. Lo que hace a su alma estar en paz consigo misma y con Dios, es la fe sacrificial.
Yo tengo la certeza de mi Salvación porque el sacrificio constante por la renuncia de mi vida, por mi vida de sacrificio, me da la seguridad, la certeza, la convicción de mi fe. Y mi fe me justifica delante de Dios.
Para cambiar de vida usted tiene que entregársela a Jesús y dejar la desfachatez, el robo, la mentira, la falsedad y la injusticia.
Secretos y misterios de la fe con el obispo Macedo, todos los domingos a las 18h, en Av. Corrientes 4070 – Almagro y en todas las Universal del país por videoconferencia.
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