“Engañoso es el corazón más que todas la cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? Yo el Señor, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras.” Jeremías 17:9, 10
Muchas veces podemos observar la sinceridad de las personas en querer hacer el bien, pero, por detrás de esa actitud, vemos las manos demoníacas. No siempre lo que pensamos que es bueno para nosotros es bueno para Dios. A veces, creemos que estamos haciendo lo correcto, llevados por las emociones del corazón; sin embargo, más tarde descubrimos cuán engañados estábamos.
Por esa razón, debemos estar siempre atentos a la voz del Espíritu Santo para que podamos discernir lo que viene de Dios y lo que viene del diablo. Es necesario saber de antemano que todas las facilidades que encontramos por el camino de la vida, provienen del infierno; mientras que en las dificultades, en los problemas, vemos el camino del bien, tal y como el Señor Jesús dijo:
“Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.” Mateo 7:13, 14
Solamente el Espíritu de Dios puede darnos discernimiento para ver cuál es el mejor camino a seguir. Esto no es solo en el sentido de la salvación eterna, sino también en el propósito de dirigir nuestra propia vida aquí, en este mundo. Un auténtico ejemplo de este don se nos presenta en el libro de Hechos de los Apóstoles, cuando una joven:
“Siguiendo a Pablo y a nosotros, daba voces, diciendo: Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, quienes os anuncian el camino de salvación. Y esto lo hacía por muchos días; mas desagradando a Pablo, este se volvió y dijo al espíritu: Te mando en el nombre de Jesucristo, que salgas de ella. Y salió en aquella misma hora.” Hechos 16:17, 18
Aquella joven poseía un espíritu de adivinación y daba muchas ganancias a sus dueños con su trabajo. Está claro que el demonio que la controlaba quería dar la impresión al pueblo que estaba viendo los hechos del apóstol, que él también estaba de acuerdo con el trabajo del hombre de Dios y, con esto, buscaba ganar la confianza del pueblo.
La intención era continuar engañando al pueblo con más propaganda, porque, con la salida de Pablo de aquel lugar, el demonio continuaría su trabajo de adivinación y, en consecuencia, destruiría todo lo que fue plantado por el apóstol. Fue después de muchos días que el Espíritu Santo reveló aquella farsa a Su siervo, quien inmediatamente tomó las providencias, suspendiendo el lucro de aquellos que estaban explotando a la niña.
Texto extraído del libro “El Espíritu Santo” del obispo Edir Macedo