Después de haber creado los cielos, la tierra y todos los animales irracionales, el Señor Dios creó al ser humano a su imagen y semejanza. En seguida, Él le otorgó Su autoridad para dominar toda la creación.
A pesar de que Abraham y los demás héroes de la fe de la Biblia no vieron cumplida esta grandeza divina, aun así creyeron y murieron en esa fe. Es por eso que el mundo no tiene excusas para justificar su incredulidad. El Señor Dios le prestó inteligencia, sabiduría y autoridad a la criatura humana para que pudiera dominar tierra, mar y aire.
Sin embargo, la raza humana se considera a sí misma como un Dios y ha despreciado la Fuente de su inteligencia. Es decir, domina animales y todo lo que existe, pero no tiene poder para dominarse a sí mismo. No logra superar sus dudas, la depresión, no puede controlar sus emociones, preocupaciones, miedos e insomnio.
De todas maneras, el Todopoderoso nos ha dado Su palabra para que, por medio de ella, podamos ser llenos de Su Espíritu y recibir, también prestada, la fe inteligente, Su autoridad y Su poder para dominar inclusive nuetros problemas interiores. Fe en Su palabra, en Su nombre y en Su Espíritu.
Por lo tanto, si es sabio tomará para sí la Palabra y dejará de ser dominado, sobre todo por las fuerzas espirituales del mal, para dominar todo a través de la fe inteligente. “Entonces dijo Dios: hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra.”, (Génesis 1:26).
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