Sara se rió cuando el ángel del Señor dijo que ella tendría un hijo, a pesar de tener una edad avanzada. A tal punto no creía que, tiempo antes, le había dado a su sierva Agar a Abraham y ambos tuvieron a Ismael. Pero lo que parecía una solución práctica se convirtió en un problema muy incómodo para Sara:
“Y creció el niño, y fue destetado; e hizo Abraham gran banquete el día que fue destetado Isaac. Y vio Sara que el hijo de Agar la egipcia, el cual ésta le había dado a luz a Abraham, se burlaba de su hijo Isaac. Por tanto, dijo a Abraham: Echa a esta sierva y a su hijo, porque el hijo de esta sierva no ha de heredar con Isaac mi hijo.” (Génesis 21:8-10)
Agar tuvo que irse con Ismael. Esa decisión entristeció a Abraham, porque se trataba de su hijo. Sin embargo, Dios lo consoló, afirmando que el muchacho también sería una nación poderosa:
“Entonces Abraham se levantó muy de mañana, y tomó pan, y un odre de agua, y lo dio a Agar, poniéndolo sobre su hombro, y le entregó el muchacho, y la despidió. Y ella salió y anduvo errante por el desierto de Beerseba. Y le faltó el agua del odre, y echó al muchacho debajo de un arbusto, y se fue y se sentó enfrente, a distancia de un tiro de arco; porque decía: No veré cuando el muchacho muera. Y cuando ella se sentó enfrente, el muchacho alzó su voz y lloró. Y oyó Dios la voz del muchacho; y el ángel de Dios llamó a Agar desde el cielo, y le dijo: ¿Qué tienes, Agar? No temas; porque Dios ha oído la voz del muchacho en donde está. Levántate, alza al muchacho, y sostenlo con tu mano, porque yo haré de él una gran nación. Entonces Dios le abrió los ojos, y vio una fuente de agua; y fue y llenó el odre de agua, y dio de beber al muchacho.” (Génesis 21:14-19)
El pasaje bíblico anterior también destaca que Abraham le dio a Agar un odre de agua antes de que ella se vaya con el niño. La capacidad promedio de un odre es de 5 litros. Considerando que un ser humano bebe en promedio 1,5 litros de agua por día, que estaban en una región desértica y que eran dos personas, el agua se terminó rápido. La desesperación entonces se apoderó de Agar. Ella sabía que allí sería el fin, y el primero que moriría sería su hijo por eso se alejó para no verlo perecer.
No deje que la emoción entorpezca su visión
Pero allí hubo un detalle que marcó la diferencia: Dios abrió los ojos de Agar y cuando eso sucedió ella vio un pozo. Dios no abrió el pozo, en aquel momento, ya estaba allí todo el tiempo, pero la desesperación (que es una emoción) no la dejó ver la solución para aquella situación.
A veces, la respuesta de nuestras oraciones puede estar delante de nuestros ojos, pero nuestras emociones están distorsionando nuestra visión. Oramos y creemos que nada está sucediendo. Parece que no tenemos respuestas.
Las emociones tienen ese poder sobre una persona, no la dejan ver, oír ni actuar en favor de la solución de un problema. Nuestra vigilancia tiene que ser en ese sentido, estar atentos a las soluciones que Dios está intentando mostrarnos, pero por causa de la ansiedad, el miedo, la duda, la preocupación, no logramos verlo.
La emoción se apoderó de Agar cuando supo que tendría que partir, tanto es así que se iba sin rumbo, sin saber para dónde ir, sin dirección. No podía pensar en aquel momento. Tal vez solo pensaba en el dolor de ser expulsada de casa.
Pídale siempre a Dios que le abra los ojos, pero vigile que su corazón no se apodere de su visión.
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