Todos nosotros tenemos un nivel de ansiedad; unos muy bajo, otros medio, y otros, muy alto.
Todos los días, y desde temprano, se lidia con personas muy ansiosas. Desde que se va a trabajar, al tratar con un vendedor, en el trabajo, ¡inclusive en casa!
Cada uno de nosotros puede evaluar en qué nivel está su ansiedad: ¿está baja y controlada, o está tan alta que destruye?
Algo notorio es que el Señor Jesús habló hace 2000 años atrás sobre la ansiedad y sus peligros, por ese motivo, enseñó a echar sobre Él nuestras ansiedades.
Dijo Jesús: «Por tanto, no se afanen diciendo: “¿Qué comeremos?” o “¿Qué beberemos?” o “¿Con qué nos cubriremos?”. Porque los gentiles buscan todas estas cosas, pero el Padre de ustedes que está en los Cielos sabe que tienen necesidad de todas estas cosas.» Mateo 6:31-32.
Es que la ansiedad en un nivel alto comienza a destruir su concentración, su salud, su bienestar emocional, es decir, su relación con los demás, las relaciones familiares, laborales y sociales.
Pero todas esas secuelas no surgen si se reduce la ansiedad. La ansiedad controlada remueve las distracciones, en otras palabras, se enfoca en lo que realmente importa, en lo que realmente es su obligación, su deber, su responsabilidad; actitudes que conducen hacia la Paz.
Cada persona, dominando su nivel de ansiedad, recibe Paz en el corazón. Sin embargo, esperar y confiar en Dios siempre fue un desafío. En Juan 6 podemos verlo con claridad:
«Al atardecer, Sus discípulos descendieron al mar, y subiendo en una barca, se dirigían al otro lado del mar, hacia Capernaúm. Ya había oscurecido, y Jesús Todavía No Había Venido a ellos; y el mar estaba agitado porque soplaba un fuerte viento» Juan 6:16-18.
Siempre que el mar está agitado, es decir, cuando surgen situaciones difíciles y el viento sopla fuerte a través de, por ejemplo, malos pensamientos, de rencores y culpas remamos y remamos y parece que nos quedamos en el mismo lugar.
Es entonces que el Señor Jesús quiere que tengamos experiencias con Él. En el momento de la dificultad, Dios espera que miremos hacia el objetivo que Él nos ha dado y que Lo exaltemos a Él, ¡y no al mal! Después de todo, Dios es el Creador de los cielos, de la tierra y del mar.
«Pero Él les dijo: Soy Yo; no temáis.» Juan 6:20
¿Cuántos son los que murmuran, se lamentan, se excluyen y victimizan al oír la solución del Señor Jesús?
A pesar de todo, cuando Dios ve a aquel que oye Su Voz y no las voces del mal ni la de los malos, la de chismosos, calumniadores de la Obra de Dios, de la Familia de Dios; cuando distingue a quien Lo oye para no temer a los desafíos, a los problemas, a las dificultades, sino que confía, sin demora Dice, a través de Su Palabra: «¡Soy Yo!»
¡Qué momento! Al oír Su voz, de inmediato, rechazamos las muchas voces como:
- “No vas a poder lograrlo…”
- “Es imposible…”
- “Es difícil…”
- “Vas a fracasar.”
Y tantas otras voces que quieren intoxicar y elevar nuestros niveles de ansiedad.
Pero, por oír Su Voz, las reprendemos, y Le hacemos caso a la Voz del Señor Jesús, Lo recibimos en “nuestra barca” (nuestra vida) e, inmediatamente, llegamos al lugar que queremos y que necesitamos.
En la Universal, los Vencedores, tienen un secreto, cambiaron la pregunta: «¿Por qué Dios permitió esto? ¿Por qué aún no pasó esto o lo otro», por «¿Qué quiere enseñarme Dios con esto? ¿Qué más puedo hacer que no esté haciendo bien?”
Este cambio de perspectiva les dio tres grandes beneficios:
- Redujo la ansiedad,
- Eliminó las distracciones
- Proveyó paz en el corazón.
Cuando buscamos el propósito en lugar de los cuestionamientos aprendemos a confiar más y a cuestionar menos o nada. Incluso cuando estamos en medio a las dificultades, ¡especialmente, cuando no vemos el panorama completo!
Así que, fuerza, sigamos remando hacia el objetivo, ya casi llegamos. ¡Eia!
Dios está contigo, y yo también.
¡Nos veremos en la IURD o en las Nubes!
Obispo Júlio Freitas