Daiana vivió una vida de sufrimiento. Deseaba tener una buena familia, sin embargo, los vicios y la delincuencia arruinaron sus sueños. Este es su testimonio:
“Soy hija de una madre soltera con cinco hijos, de los cuales yo era la más discriminada. Por eso, cuando era chica, decía que, cuando fuera grande, no quería que mi familia pasara por lo mismo, deseaba una vida diferente, pero no fue así.
Empecé a buscar en la calle lo que no había en mi casa. Fui a fiestas, tuve vicios, fumé y probé la marihuana. A los quince años, me fui a vivir con una persona mucho más grande, que estaba en la delincuencia. Me relacioné con sus amistades, probé la cocaína, el alcohol y las pastillas. Sufrí agresiones físicas y verbales.
Luego, me involucré con otra persona y quedé embarazada de mi hija, aunque no establecí una relación.
Entonces, volví a vivir con mi mamá. Al poco tiempo, ella se enfermó de cáncer. Cuando murió, mi odio hacia Dios creció.
Empecé a consumir crack y, un día, llevé a mi hija de tres años a la casa de su padre y por cinco años no volví a buscarla. Me convertí en una persona mala, egoísta, agresiva y odiosa. Robaba y andaba con armas blancas.
Durante tres años, dormí en la plaza y no tuve para comer. Cuando me levantaba, consumía o me iba a robar.
Hasta que un día terminé detenida en el penal de mujeres. Toqué el fondo del pozo. No tenía a mi hija, ni a mi madre, ni a mi pareja.
Tiempo después, recordé que había conocido, por medio de mi mamá, la Iglesia Universal. Entonces, comencé a participar de las reuniones y a buscar un cambio. Lo primero que conseguí fue paz. Dejé atrás lo malo y puse en práctica lo que se hablaba.
Hoy mis hermanas ven un cambio en mí, porque ahora podemos hablar. Además, mi hija mayor, después de haberla dejado cuando estuve mal, vive conmigo y somos compañeras. Gracias a Dios, reconstruí mi familia. Ya no necesito los vicios ni la delincuencia, no vivo en la calle y no soy depresiva.
Hoy soy una mujer completa. Mi marido, que antes era mi amigo y consumíamos juntos, está transformado. Somos muy felices.
Por eso, invito a quienes están pasando por una situación similar a que participen de las reuniones de la Iglesia Universal. Así como yo cambié, ellos también pueden hacerlo”.
Ella asiste a la Iglesia Universal ubicada en Ciudadela 1205, Constitución.