Estudios realizados por órganos destacados mundialmente como el National Institutes of Health (Institutos Nacionales de Salud), de Estados Unidos, y publicados en ediciones de revistas de reconocido prestigio en el área científica, como la Proceedings of theNationalAcademy of Sciences (PNAS), ya identificaron y mostraron áreas del cerebro vinculadas a la fe.
Durante una oración, determinadas regiones, que también sirven para otras funciones en el día a día mental, se activan en el cerebro. La corteza cerebral (parte externa del órgano), por ejemplo, que desempeña un papel muy importante en funciones como la memoria, el lenguaje, la percepción y el pensamiento, es una de las áreas beneficiadas cuando la fe es puesta en práctica.
De acuerdo con un estudio realizado por la psiquiatra Myrna Weissman, profesora de la Universidad de Columbia y jefa del departamento de epidemiología clínica y genética del Instituto Psiquiátrico de Nueva York, en Estados Unidos, la corteza cerebral es más gruesa en las personas que practican la fe y ejercitan su lado espiritual, a diferencia de las que no le prestan atención a esto. Característica que genera mayor resistencia física y psicológica contra la depresión, por ejemplo.
Datos como estos demuestran que la fe actúa a favor de la salud de todos nosotros. En cualquier situación, especialmente cuando estamos enfrentando una situación difícil, nuestra capacidad de resiliencia es mucho más potente por nuestra fe.
Pero, ¿este beneficio se extiende a quien está recibiendo una oración?
Efectos de la oración
Los efectos de la fe y de la oración en el cerebro de las personas son reales y vividos día a día por los que creen. El fenómeno ya fue estudiado, en la década de 1980, por el físico y cardiólogo Randolph Byrd, del Hospital General de San Francisco, en Estados Unidos. Él difundió los resultados de su investigación sobre los efectos de la oración en cardíacos. Fueron estudiados 393 pacientes en condiciones clínicas similares y divididas en dos grupos: los que recibían oración y los que no recibían.
Las oraciones fueron realizadas por cristianos desconocidos de los pacientes. El estudio concluyó que había una diferencia significativa en la calidad de la recuperación de los pacientes que las recibían. Ellos tenían menos probabilidades de sufrir un ataque cardíaco u otra complicación.
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