Domingo bendecido de “Amor al Prójimo”, donde aprendimos el 5° Poder del Padre Nuestro y participamos de la Santa Cena, en el Templo de los Milagros.
El 5° Poder del Padre Nuestro es “perdona nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores”. Esta deuda de la que Jesús habla no es financiera, sino espiritual. Los seres humanos nos debemos unos a otros de manera consciente o inconsciente, y muchas veces terminamos lastimando a otros. Esto se convierte en una deuda.
Las personas a quienes más debemos son aquellas que están más cerca de nosotros. La condición para ser perdonados es perdonar. Siempre debemos ver el lado positivo de los demás, ya que todo ser humano tiene un lado bueno. De esta forma, podremos liberar nuestro corazón y facilitar el perdón.
Por la fe la ramera Rahab no pereció con los desobedientes, por haber recibido a los espías en paz. Hebreos 11:31
nos recuerda que honrar a Dios no es solo con diezmos y ofrendas, sino primero en nuestra mente y corazón. De esta manera, todo lo que tenemos quedará consagrado.
Porque toda casa es hecha por alguno, pero el que hace todas las cosas es Dios. Hebreos 3:4
nos enseña que muchas personas vieron las maravillas de Jesús y conocieron la verdad, pero no permanecieron en la fe. ¿En qué decepcionó Dios a estas personas? En nada. Cada uno elige en qué poner su atención: si en Jesús, el autor y consumador de la fe, o en los líderes, la iglesia institucional, etc. El motivo por el cual muchos se apartaron es que usaron la fe para los milagros y para alcanzar bendiciones, pero no la usaron para lo principal: la salvación de su alma.
Entonces comenzó a increpar a las ciudades en las que había hecho la mayoría de sus milagros, porque no se habían arrepentido. ¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si los milagros que se hicieron en vosotras se hubieran hecho en Tiro y en Sidón, hace tiempo que se hubieran arrepentido en cilicio y ceniza. Por eso os digo que en el día del juicio será más tolerable el castigo para Tiro y Sidón que para vosotras. Mateo 11:20-22
nos muestra que usar la fe solo para los milagros y las bendiciones, o para nuestros propios planes, es un peligro. La obra principal no se hace en el cuerpo, sino en el alma, cuando uno se arrepiente de verdad.
La única cosa que permanecerá para siempre es nuestra alma. Por eso, es más importante que todas las bendiciones. Debemos aceptar y entender que nuestra alma es lo más valioso.
Somos nosotros quienes decidimos si nuestro corazón y nuestra alma están llenos del Espíritu Santo o no.
Al oír esto, compungidos de corazón, dijeron a Pedro y a los demás apóstoles: Hermanos, ¿qué haremos? Y Pedro les dijo: Arrepentíos y sed bautizados cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo. Hechos 2:37-38
nos recuerda que Dios exige, pero no obliga. Solo puede salvar nuestra alma si nos arrepentimos sinceramente de nuestros pecados y nos bautizamos, sepultando el pecado en las aguas.
También lea:
Primer Poder del Padre Nuestro
Segundo Poder del Padre Nuestro
Tercer Poder del Padre Nuestro
Cuarto Poder del Padre Nuestro
Quinto Poder del Padre Nuestro