Un muchacho sale a una discoteca, seguro de que encontrará a “esa” chica. Claro que no tendrá ninguna dificultad, ya que siempre usaba su encanto en el momento de conquistar a la muchacha que le gustaba.
Pero este día es diferente. No necesita coquetear con nadie, porque una bella mujer se apasiona apenas lo que ve. Ella espera que se acerque a la barra del bar, usando un vestido muy corto, dejando mostrar buena parte de su bello cuerpo. Él llega mirando para todos lados, como si estuviese buscando a alguien. La mujer se arrima y se sienta a su lado. Pide vodka y él, cerveza.
Ella lo mira de reojo, mientras que él parece no darse cuenta. O, por lo menos, pretende hacer un cierto encanto, para ver si ella ya “está en la suya” sin que sea necesario decir nada. Experto en coqueteos, nota su interés hacia él. Ella le pregunta si tiene un cigarrillo. Él le dice que no fuma. Ella le pregunta si la marca de cerveza que toma es buena. Él, analizándola con otras intenciones, estimula la seducción y responde que podría ser mejor.
Ella sonríe y él, observándola firmemente, nota su gran belleza. No era muy de su estilo, pero realmente sería un gran tonto si la dejaba ir.
Él le pregunta su nombre y ella el suyo. Y los dos, en medio de pocas palabras, muchas miradas e intensas carcajadas, ya saben, en entrelíneas, adónde esa conversación va a parar.
No tardan mucho y ambos se van al auto. Él la invita a conocer su departamento y ella acepta sin ninguna resistencia, ni siquiera se preocupa por aparentar cualquier tipo de pudor o por mostrarse anticuada.
Y, después de un nuevo trago, conversaciones vanas y sin compromisos, miradas profundas y pensamientos de situaciones que luego van a suceder, ellos van al cuarto. Pero, en medio de toda esa exaltación, el rostro y el cuerpo de ella se transforman. Extrañamente, mientras que el hombre no se da cuenta. Tan envuelto está con todo lo que ocurre allí, que no ve que aquella bella mujer, en realidad, se convirtió en otra. Algo indescriptible. Un aspecto extraño, una apariencia diabólica, sin la singular belleza que lo atrajo en el bar, y con una inmensurable podredumbre dentro de sí. Ahora, él se abraza con un cuerpo esbelto y besa un lindo rostro, que refleja, aunque invisiblemente, el ser demoníaco incubado en esa mujer.
Más tarde, los dos se despiden. Ella se va deslumbrada por haber “engañado” a uno más, y él vuelve a su mismo vacío oculto y silencioso de siempre, sin embargo, creyendo en su supuesta capacidad de arrastrar a la cama a cualquier mujer que desease.
Para reflexionar
No siempre lo que usted ve es lo que realmente existe. Por detrás de una máscara hay un rostro que, por estar escondido, no es digno de confianza. Cuando el mal está en una persona, difícilmente se presenta de la forma que realmente es, por eso usa a los que le dan lugar para engañar a muchos.
Buscar el discernimiento espiritual, por medio del Espíritu Santo, es primordial para que nos mantengamos libres de cualquier trampa y para que estemos atentos contra las embestidas del mal.
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¡Una vida mejor espera por usted!
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