Según la Organización Mundial de la Salud, Argentina lidera el ranking de ingesta de alcohol en América Latina. El abuso de bebidas alcohólicas causa más de 200 enfermedades y trastornos de la salud. Ese era el drama que vivía Carlos desde muy temprana edad.
“A los 12 años probé por primera vez el alcohol, tomaba a escondidas de mis padres con amigos y vecinos”, recuerda él y agrega: “Cuando me independicé, me fui del campo a la ciudad y allí, al tomar con unos compañeros de trabajo, me comenzó a gustar más la bebida, la cerveza, el vino”.
El tiempo pasó y su condición se agravó: “Al ser adulto, unos amigos me presentaron el mundo de la prostitución y empecé a trabajar solo para gastar en bebidas y mujeres. Por eso, perdía plata y debía dinero”.
“En ese entonces, sufría mucho, no tenía ganas de vivir, pensaba que Dios no existía”, admite Carlos.
A pesar de que atravesaba un momento difícil, no sabía cómo cambiar su realidad. “Vine de Perú a vivir a Argentina, buscando un futuro mejor, pero me fue muy mal, comencé a tomar aún más”, asegura. Su personalidad le generaba muchos problemas: “Era agresivo, insultaba a las personas, las trataba mal. Veía a alguien sonriendo y eso me causaba bronca, quería golpearlo, porque en mi vida nunca había existido la felicidad”.
“No obedecía a mis encargados en el trabajo, muchas veces me encontraron ebrio”, expresa y añade: “El alcohol se había apoderado de mí. Tomaba durante semanas enteras y no iba a trabajar. Y, cuando iba, era solo para tener dinero para comprar más bebida”.
Carlos recuerda sus días más amargos: “Cuando no tenía para tomar, me desesperaba, pensaba en robar lo que fuera. Un día llegué a consumir alcohol de quemar y fue malísimo, me volví loco. No tenía paz ni alegría”.
Él, además, recuerda: “Yo decía que no tenía tiempo para Dios, no quería saber nada con buscarlo”. Pero el Señor Jesús tenía otro plan para su vida. Al respecto, Carlos detalla: “Un día, estaba en mi cuarto y se me vino a la mente la idea de salir. Entonces, tomé el colectivo y aparecí en la vereda de la Iglesia Universal”.
EL CAMBIO DE VIDA LO ESPERABA
“Cuando participé por primera vez de una reunión, me gustó lo que explicó el pastor acerca de cómo mi vida podía ser transformada”, admite. Al concurrir con frecuencia y usar su fe, su historia cambió: “A los pocos días, ya no tenía deseos de tomar alcohol ni de buscar mujeres. Cuando iba a la iglesia tenía paz, me sentía muy bien”.
El siguiente paso fue el bautismo. Él recuerda ese momento con mucha felicidad: “Cuando me arrepentí de todos mis pecados, decidí bautizarme. Salí de las aguas sonriendo porque tenía paz, una alegría inmensa que nunca había sentido”.
“Al ver el cambio que Dios había hecho en mi vida, comencé a hablarles a mis vecinos, a mis amigos y familiares sobre el Señor Jesús y cómo uno puede ser transformado a través de la fe”, relata Carlos y agrega: “Ellos, al verme, se maravillaban porque me habían conocido cuando era agresivo, enojadizo, alcohólico y ahora me veían distinto”.
Por último, Carlos deja un consejo para quienes hoy luchan contra una adicción: “Vayan a la Iglesia Universal, obedezcan la Palabra de Dios y sus vidas van a ser transformadas como lo fue la mía”.
Él asiste a la Iglesia Universal ubicada en Av. Sáenz 864, Pompeya, CABA.
Para ponerles fin a los vicios, iniciá el tratamiento gratuito, el domingo a las 15 h en Av. Corrientes 4070 – Almagro.
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