Muchas personas conocen la historia de Zaqueo. El hombre de baja estatura que se subió a un árbol para ver a Jesús. Sin embargo, pocos notan un detalle en ese pasaje registrado en Lucas 19:1-10.
En primer lugar, debemos entender el contexto de este pasaje. Zaqueo era un cobrador de impuestos y las personas que se valían de ese oficio, generalmente, eran muy ricas. En parte, porque era común que cobraran un valor más elevado que el justo. Eran deshonestos. Recordemos que Juan el Bautista ya había alertado a algunos cobradores de impuestos sobre la práctica de la ganancia (Lucas 3:12-13). Además, Zaqueo no era cualquier cobrador de impuestos, era el jefe de ellos. De esta manera, el deseo de lujo, poder, usura y acumulación de bienes dominaba los impulsos de su corazón.
No obstante, al escuchar hablar de Jesús y Sus obras, Zaqueo nutrió en su corazón el deseo de verlo. Al encontrarse con el Señor Jesús, experimentó el Nuevo Nacimiento. Ese hombre, que antes tenía su enfoque en el dinero e incluso en sí mismo, ahora había descubierto algo infinitamente más valioso, la Fuente de la Vida. Allí, Zaqueo se volvió una nueva persona. Alguien que aún era rico, pero que el dinero ya no dominaba.
El dinero: ¿siervo o señor?
Lamentablemente, en la actualidad, en las iglesias, hay cristianos que dicen que sirven a Dios, pero que, en realidad, es el dinero el que conduce sus vidas. Sin darse cuenta, esas personas están haciendo del dinero su señor. No hay nada de malo en tener dinero, el problema es cuando él, en lugar de siervo, se vuelve señor de su poseedor.
El Señor Jesús dijo que el que Lo siguiera recibiría cien veces más en este mundo y en el porvenir, la Vida Eterna (Marcos 10:29-30). Es una promesa, si Él lo prometió, lo cumplirá.
Él también contó una parábola sobre este tema. Había un hombre rico que produjo con tanta abundancia que el resultado no entraba en sus graneros, entonces, tuvo la idea de construir graneros aún más grandes. Satisfecho con la idea, pensó: comeré, beberé y descansaré (porque mi futuro, durante un largo tiempo, está garantizado). Pero el propio Dios le dijo: “… Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?” Lucas 12:20
Por eso, tenga cuidado de no atravesar la línea tenue entre la bendición y la maldición. Porque cuanto más se tiene, menos puede ser. Si Dios le entrega más dinero al que es codicioso, solo estará acelerando la perdición de esa persona, enviándola a la condenación eterna con más rapidez, porque ella se autodestruiría. No se trata de un castigo, sino de las elecciones, de las prioridades, del enfoque de la propia persona. Por ese motivo, haga una autoevaluación en donde está y reflexione.
Recuerde: cuanto más distante una persona está de Dios, más se pierde (y las consecuencias son catastróficas, a veces, incluso, irreversibles). Un centímetro lejos del Creador hoy se vuelve un kilómetro de distancia mañana.
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