Más que un cofre revestido de oro, el Arca de la Alianza era el mueble sagrado responsable de almacenar tres ítems importantísimos para el pueblo de Israel: las Tablas de los Diez Mandamientos, la Vara de Aarón que floreció y dio frutos, y un recipiente con un poco de Maná.
Estos objetos representaban hitos en la relación entre Dios y el pueblo de Israel, recordando los milagros realizados durante la peregrinación de 40 años en el desierto.
Cuidados especiales
Cuando el Tabernáculo era armado y desarmado, el Arca era llevada de forma especial, cargada solamente por los sacerdotes. Una persona común no podía tocarla.
El Arca de la Alianza fue el único utensilio llevado directamente del Tabernáculo al templo construido por Salomón. Permanecía en el Lugar Santísimo (el Santo de los Santos) y era tan especial que apenas los sumos sacerdotes podían verla.
Dios determinó su tamaño y forma, e instruyó a Moisés acerca de los detalles necesarios para su construcción.
Estaba hecha de madera de acacia, revestida de oro por dentro y por fuera, y cubierta por el Propiciatorio, una única pieza de oro puro, con querubines en las dos extremidades. Dios hablaba con el sumo sacerdote entre los querubines, transmitiendo su orientación para el pueblo.
En el Templo de Salomón
El Templo de Salomón, en San Pablo, tiene una reproducción del Arca de la Alianza tallada en las paredes del Altar, en una fusión con las paredes del bautisterio. Su tamaño es mucho más grande que el descrito por la Biblia en Éxodo 25:10.
No estará en un lugar restringido, por lo que los visitantes tendrán la oportunidad de contemplarla. Cuando Jesús murió, se rasgó el velo que separaba al Lugar Santísimo de los demás espacios del Templo y todos pasaron a tener libre acceso a la presencia de Dios, (Mateo 27:51).
Delante del Altar del Templo de Salomón, los visitantes tendrán la oportunidad de llegar a la Presencia de Dios. En el bautisterio podrán firmar un compromiso de comunión con Él.
En los días de hoy, sabemos que la verdadera Alianza entre Dios y el ser humano no está hecha con objetos. Todos somos templos del Espíritu Santo (1 Corintios 6:19), desde que Lo aceptemos como nuestro Señor, por intermedio de Jesucristo. Al firmar esa alianza con el Altísimo, su vida será transformada.
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