El Espíritu Santo es Dios, y está en todas partes, es omnipresente y omnisciente. Él conoce todas nuestras luchas, nuestras adversidades, nuestros éxitos, nuestras tristezas y nuestras alegrías. Él conoce nuestros pensamientos, incluso sabe lo que pensaremos en el futuro, porque es omnipotente, pero lo más increíble es que Él Se revela a quien verdaderamente Lo desea con todo su corazón, con toda su mente, con todas sus fuerzas y con toda su alma. Cuando alguien expresa este deseo, Él desciende y hace morada en su interior.
El apóstol Pablo dice que quien tiene el Espíritu Santo exhala el buen perfume de Jesucristo en la Tierra, y Jesús compara al Espíritu Santo con el Reino de los Cielos, como un tesoro escondido que hace que la persona que lo encuentra venda todo lo que tiene para adquirirlo. Por eso, para recibirlo, se requiere una entrega total.
Así como nos enamoramos de alguien y hacemos todo lo posible para estar con esa persona, lo mismo debe suceder con el deseo por el Espíritu Santo. Jesús sacrificó todo para garantizar nuestra Salvación y Dios exige la misma entrega de nosotros.
Es como sucede en un verdadero matrimonio, que se basa en la entrega y el compromiso, el Espíritu Santo quiere unirse a vos, pero primero tenés que entregarte completamente a Él.
Por lo tanto, es importante que entiendas que con Dios es todo o nada; o es o no es. Dios busca personas sinceras, dispuestas a dejar todo para recibirlo. Cuando alguien se entrega por completo, Él desciende sobre su vida. Ahora depende de vos tomar esa decisión.