El bautismo en o con el Espíritu Santo es lo mismo y, de cierto modo, es similar al bautismo en las aguas por inmersión. La inmersión en las aguas hace mojar todo el cuerpo exterior, así también el bautismo en el Espíritu Santo hace cambiar todo el cuerpo interior con la poderosa presencia de Creador.
El pastor, el candidato y el agua son los tres componentes necesarios e indispensables para la realización del bautismo en las aguas. En cuanto al bautismo en el Espíritu Santo, el pastor es substituido por el Señor Jesús y el Espíritu de Dios reemplaza el agua, únicamente el candidato es el mismo.
El bautismo en el Espíritu Santo es obra exclusiva del Señor Jesucristo (Mateo 3:11; Lucas 3:16) en aquellos que están en la condición de Sus siervos.
La experiencia del bautismo en las aguas, cuando es válida, es semejante a la del bautismo en el Espíritu Santo. Obviamente, los efectos prácticos son distintos, pero la sensación espiritual y emocional vivida en aquel momento es inexplicable. Involucra el libramiento de la carga pesada del pasado, y de la libertad total en la presencia del Altísimo.
El bautismo, en general, se trata de la sepultura. En las aguas, tipifica la sepultura de la naturaleza adámica; en el Espíritu Santo, el bautismo es la inmersión total en la voluntad de Dios, es decir, es la sepultura de los proyectos personales en función de los de Dios.
También llamado sello del Espíritu Santo (Efesios 1:13), este bautismo no tiene el objetivo de santificar más al cristiano, sino capacitarlo como verdadero instrumento del Espíritu de Dios, en la realización de Su Obra, conforme la profecía:
“El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor.” (Lucas 4:18, 19; Isaías 61:1)
Dios es Espíritu. Pero, para realizar cosas grandes y maravillosas en este mundo, Él necesita cuerpos materiales para manifestar Su voluntad. Y, cuando un siervo lo permite, el Espíritu Santo toma posesión de su ser y por medio de él manifiesta Su gloria. Por lo tanto, la unción del Espíritu Santo es primeramente dirigida en beneficio de terceros.
Recuerde que, una vez sellado con el Espíritu Santo, el cristiano pierde totalmente el interés por sus proyectos personales y, de una forma o de otra, se dedica en la Obra de Dios, ya sea en el altar o en el atrio. Pero, jamás es apático, pensando en qué hacer de la vida, al contrario, sigue la dirección del Espíritu como está escrito:
“El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu.” (Juan 3:8)
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(*) Texto extraído del libro “Mensajes del obispo Macedo”
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