La reacción natural de cualquier persona que sufre una injusticia es indignarse e intentar defenderse. El problema es cuando la indignación se convierte en resentimiento. “Si la persona es víctima de una injusticia y se queda pensando en lo que le pasó, eso penetra en su corazón y se convierte en rencor. Como no puede hacer nada, se defiende guardando rencor contra la persona que le hizo mal”, señala el obispo Macedo. Sin embargo, el sentimiento de rencor y el deseo de venganza, no le hace mal a quien la hirió, sino a ella misma.
El obispo alerta que ese sentimiento puede llegar a convertirse en un cáncer espiritual: “No hay médico que lo pueda curar, ni Dios tiene poder para curarlo.” Esto es porque sólo la persona herida tiene la autoridad para perdonar y librarse de ese mal.
Él enseña que el acto de perdonar es independiente de lo que sentimos. No es posible cambiar lo que el corazón siente, pero se puede obedecer la voz de la conciencia: “Su corazón no tiene poder para perdonar, pero su intelecto tiene condiciones de obedecer la Palabra de Jesús. Él dice que si nosotros perdonamos, también seremos perdonamos. El uso de la fe inteligente es orar por el que le hizo mal. Deje de escuchar al corazón y siga a su razón. Si quiere librarse del cáncer, espiritual, lo mejor que puede hacer es orar por la persona que le hizo mal y el Espíritu Santo va a remover el cáncer y su corazón será curado”. concluye el Obispo.
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