Muchos dicen que creen en el Señor Jesús porque van a la iglesia, son o hacen algo, cuidan bien sus deberes y se dedican a la Obra de Dios, pero eso no significa que de hecho creen en Él. Los integrantes de la iglesia de Éfeso, por ejemplo, eran espirituales, tenían muchas obras y perseveraban en la fe, pero Jesús los reprendió porque dejaron el “primer amor”.
Entienda: “El que cree en Él no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el Nombre del Unigénito Hijo de Dios” (Juan 3:18). La creencia en Dios implica moldear su vida, su conducta y su comportamiento de acuerdo con la Palabra de Dios.
Eso quiere decir que es inútil servir a Dios y tener un mal comportamiento, practicar el pecado y ser un siervo malo. No sirve conocer toda la Biblia y ser como Nicodemo, que era un maestro, hombre sincero y dedicado, pero necesitaba nacer de nuevo para ser considerado hijo de Dios. Ese nuevo nacimiento incluye asumir la fe en el Señor Jesús y tener Su carácter. No es solo decir que cree en Él, sino buscar conducir su vida de acuerdo con Su Voluntad.
Creer en el Señor Jesús es moldear su carácter y toda su vida reflejándose en Él. A eso se le puede llamar creer de hecho y de verdad.
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