“¡Mis entrañas, mis entrañas! Me duelen las fibras de mi corazón; mi corazón se agita dentro de mí; no callaré; porque sonido de trompeta has oído, oh alma mía, pregón de guerra.” (Jeremías 4:19)
¡Cuántas vidas han sido destruidas eternamente, por permitir que el corazón, perverso, sea llevado por el sonido de trompeta del diablo!
Lo que la mayoría de los cristianos desconoce es que, además de las trompetas de Dios, existen las trompetas de Satanás. Y esas trompetas anuncian las dudas, el miedo y las preocupaciones. Mientras que las trompetas de Dios hacen sonar el grito de guerra contra las fuerzas de las tinieblas, las trompetas del infierno hacen sonar su grito de discordias entre hermanos. Las conversaciones tontas, intrascendentes y vanas siempre encuentran un corazón agitado por la inmadurez espiritual. Y las consecuencias, la mayoría de las veces, son irreversibles.
“Seis cosas aborrece el Señor, y aun siete abomina su alma”.
La primera: los ojos altivos; la segunda: la lengua mentirosa; la tercera: las manos derramadoras de sangre inocente; la cuarta: el corazón que maquina pensamientos inicuos; la quinta: los pies presurosos para correr al mal; la sexta: el testigo falso que habla mentiras; y la séptima: ¡EL QUE SIEMBRA DISCORDIA ENTRE HERMANOS! (Proverbios 6:16-19). El diablo sabe cuán inescrupuloso y susceptible al error es el corazón humano. Tanto que tiene una clase de espíritus inmundos que trabajan específicamente en el corazón. ¡Estos son los peores demonios! La Biblia los llama de espíritus engañadores.
El Espíritu de Dios revela: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” (Jeremías 17:9) Estos no causan enfermedades físicas, ni accidentes y mucho menos suicidios. Al contrario, incluso dejan a sus víctimas vivir un poco más, siempre que mantengan el engaño en sus corazones para hacerles creer que están en el camino correcto. Ellos usan la Biblia, llevan a las personas a orar e incluso a ayunar y son maestros en el arte de la práctica religiosa. Existen personas que se dicen cristianas, pero que sus corazones, enfermos por la vanidad y el orgullo, están llenos de resentimiento, rencor y odio. Muchas veces se unen al enemigo contra la Obra de Dios. Además, esa es la característica principal del anticristo. Nosotros no sabemos quién es y mucho menos cómo es, pero el Espíritu Santo afirma, en Su Palabra, que la performance de su carácter es el engaño. ¿Por qué los autores sagrados lo llaman anticristo? ¿Por qué no es identificado inmediatamente como mensajero de Satanás, o ministro del diablo? Porque su manifestación tiene apariencia cristiana. Su palabra es engañosa, por más que tenga apariencia de piedad. Solamente los que tienen el sello del Espíritu Santo pueden identificarlo como engañador. Es decir: ¡el carácter del anticristo es eminentemente engañador!
Siendo así, no solo cuidemos nuestro propio corazón, para no dejar que nos engañe con inspiraciones de la trompeta del diablo y de los espíritus engañadores, sino también las palabras que emitimos, para que no hieran el corazón ajeno, y así, lo condenemos a la muerte eterna.
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