“De modo que los de la fe son bendecidos con EL CREYENTE ABRAHAM.” Gálatas 3:9
Actualmente, muchas personas deturparon la idea de creencia, que es de donde viene la palabra CREYENTE.
Abraham, desde el principio de su caminata de la fe, mostró su creencia a través de la obediencia en la renuncia, dependencia, confianza y sacrificio.
Pero ¿acaso los que se dicen creyentes, en los días de hoy, viven esa misma obediencia, renunciando, colocándose en la dependencia de Dios, confiando en Sus Promesas y sacrificando su yo, sus voluntades y costumbres?
Abraham no vivía en un tradicionalismo religioso, y, mucho menos, sujeto a las costumbres de su época, él CREYÓ y OBEDECIÓ sin cuestionar.
El CREYENTE ABRAHAM raciocinaba, cuando cuestionó su condición diciéndole a su Señor que no tenía un heredero, él usaba la cabeza y no las emociones.
El CREYENTE ABRAHAM era fiel a su esposa, aunque las circunstancias de su esterilidad le permitieran tener otra mujer, él solo tenía ojos para Sara.
El CREYENTE ABRAHAM era de la guerra, cuando enfrentó a los enemigos para rescatar a su sobrino Lot.
El CREYENTE ABRAHAM no vivía saltando de rama en rama buscando un sustento para su fe, esta estaba apoyada en la Voz de su Señor y solamente a esta Abraham seguía, no estaba atado a la opinión de los demás.
El CREYENTE ABRAHAM no huía del sacrificio desde el principio hasta el fin de su caminata, él sabía que era de fe en fe que se conquistaba lo prometido por el Todopoderoso, por eso no se apegó a tierras, a la parentela o a su hijo cuando el Señor se lo pidió.
Por estas razones recién mencionadas y otras más, EL CREYENTE ABRAHAM no era fracasado en la familia, salud, finanzas y, sobre todo, en su vida espiritual.
Esta es la vida del verdadero CREYENTE. Si usted no tiene esta vida, ¡repiense su CREENCIA!
¿Quiere cambiar su vida? Entonces LES QUEDA EL CONSEJO:
“Mirad a Abraham vuestro padre, y a Sara que os dio a luz; porque cuando no era más que uno solo lo llamé, y lo bendije y lo multipliqué.” Isaías 51:2