En el libro de Isaías vemos al Altísimo desahogándose sobre cómo se sintió en relación con el ser humano
Cuando meditamos en el libro de Isaías, nos damos cuenta del esfuerzo que Dios hace por acercarse a nosotros. En el capítulo 1, el Señor expresa Su decepción sobre cómo Lo trató Su pueblo y dijo:
“¿Qué es para Mí la abundancia de vuestros sacrificios?…”. Isaías 1:11
Dios Se sintió frustrado por todo lo que el pueblo hacía por Él sin sinceridad.
Sin embargo, esta no es solo una carta de desahogo, sino de súplica. Él expresa todo lo que vivió con la humanidad, y declaró:
“… estoy cansado de soportarlas”. Isaías 1:14
Luego, Él nos orienta a corregirnos:
“Lavaos, limpiaos, quitad la maldad de vuestras obras de delante de Mis ojos; cesad de hacer el mal…”. Isaías 1:16
Debemos lavarnos de los siguientes pensamientos que se oponen a Su Palabra y a Su voluntad:
• “Si Dios existiera…”
• “¿Acaso Dios no ve por lo que estoy pasando?”
• “¡No existe el amor!”
• “¡Yo soy el mejor!”
• “Soy el dueño de mi propia vida”
Esos y otros argumentos populares se oponen a todo lo que Dios nos enseña.
Purificarnos significa sustituir esos pensamientos opuestos a Dios por Su Palabra. Eso no significa escuchar música cristiana o inclinarse al fanatismo, sino llenarse de la Palabra de Dios, porque es la única que puede purificarnos de adentro hacia afuera.
Necesitamos abandonar la maldad de nuestras actitudes, que están constantemente delante de los ojos de Dios; ya sea en las intenciones, en los ojos, en la iniquidad del corazón, en la envidia, en el odio, en el resentimiento… Todo lo que guardamos en el corazón está delante de Él, porque Dios no solo ve el exterior, sino principalmente el interior.
Debemos dejar de hacer el mal, es decir, dejar de fallarles a los demás, de fallarnos a nosotros mismos y de fallarle a Dios.
“… aprended a hacer el bien, buscad la justicia…”. Isaías 1:17
Es necesario aprender a hacer el bien. Muchas veces a nuestros ojos creemos estar haciendo el bien, pero eso no siempre es lo que Dios considera bueno y justo.
También somos invitados a buscar lo que es justo, porque, naturalmente, le prestamos más atención a lo que es injusto. Solo es suficiente que alguien cometa un error para que todas sus buenas acciones pierdan valor delante de nuestros ojos. Pero ¿te imaginás si Dios nos mirara de la misma manera?
“Venid ahora, y razonemos —dice el Señor…”. Isaías 1:18
Cristiane Cardoso