La mayoría de las personas desconoce la fuerza ilimitada de la palabra. Dependiendo de su origen puede producir vida o muerte. Hay un proverbio que dice que quien habla planta, mientras que quien escucha cosecha.
El diablo conoce el poder de la palabra, desde que vio los resultados de la palabra de Dios en el momento de la creación. Escuchó a Dios hablar: “Sea la luz”, y vio que esa palabra producía luz. Otra vez, el diablo escuchó la palabra de Dios cuando dijo: “Haya expansión en medio de las aguas, y separe las aguas de las aguas.”, y otra vez el diablo vio el cumplimiento de la palabra de Dios. Así todas las creaciones de Dios fueron apreciadas por el diablo. Entonces él pensó: “ Si yo tuviese el poder de hablar y hacer que sucedan las cosas según mi palabra, yo usaría mi palabra solo para destruir lo que Dios construyó, y así sería realmente como Él”.
Mientras que su palabra no tenía eco, porque no había quien reconociese su autoridad, a no ser los demonios, pero ellos no podían hacer nada, pues tampoco tenían poder. No había nada alrededor del diablo y sus demonios que les obedeciera, lo que provocó la debilidad de sus acciones.
Pero cuando Dios creó al ser humano, le dio el derecho de elegir su propio camino, la manera en que quería vivir, le dio el libre albedrío, entonces, satanás vio ahí una gran oportunidad de encontrar, en la misma creación de Dios, un “socio”, capaz de corromper y destruir todo aquello que Dios había construido.
En primer lugar era necesario tomarle la mente. Si solamente pudiese ocupar la mente del hombre, sería fácil dirigir todas sus actitudes en contra de Dios, sus pensamientos serían controlados de tal forma que lo llevarían a ser un siervo en potencia, enfrentándolo con Su Creador, teniendo posibilidades de interferir en la creación.
Partiendo de ese plan, satanás comenzó a colocarlo en práctica, y así como Dios usó Su palabra para realizar Sus grandes hechos, también satanás usó su palabra de duda para estimular a la rebelión del hombre contra Dios.
Una vez concretado su plan, el hombre pasó a servirle como siervo. Por supuesto, cuando obedecemos la palabra de alguien, es porque de alguna manera, estamos seriamente comprometidos con lo que esa palabra significa para nosotros. La palabra que orienta nuestra vida viene de nuestro Señor. O sea, somos siervos y obedecemos Su palabra. Si, por acaso nos desviamos al pecado, encontraremos las palabras engañosas de satanás, palabras que solo producen muerte.