La culpa es un sentimiento mucho más fuerte que el deseo.
Mucho después de que el deseo pasa, la culpa permanece. El deseo está sujeto al tiempo y a la circunstancia. La culpa no.
El deseo puede ser controlado. La culpa es una consecuencia inevitable.
El deseo necesita ser alimentado. La culpa tiene vida propia.
Antes de actuar y de darle lugar a un deseo equivocado, piense en el alto e irreversible precio de la culpa. No vale la pena. Quien ya lo vivió, lo sabe.
Si usted está siendo tentado por un deseo equivocado, cambie su objetivo y deje de alimentarlo. En breve él será solo un recuerdo distante y usted una persona feliz por haber actuado sobre él.
Extraído Blog Obispo Renato Cardoso
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