Del mismo modo en que el Dios-Padre envió al Dios-Hijo y fue rechazado, también el Dios-Hijo envió al Dios-Espíritu y este no fue aceptado. Lo peor es que, del mismo modo que el pueblo escogido por el Dios-Padre, en el Antiguo Testamento, rechazó al Dios-Hijo, el pueblo escogido por Dios-Hijo, en el Nuevo Testamento, ha hecho lo mismo con el Dios-Espíritu Santo.
Es impresionante ver como existen personas que profesan la fe cristiana y, sin embargo, niegan el Espíritu del propio Señor Jesús. Consideran a la Biblia como la Palabra de Dios y hasta adoran el nombre del Señor Jesús y no miden sacrificios para alabarlo; sin embargo, la Persona del Espíritu Santo ha sido despreciada. Pero, ¿quién es el Espíritu Santo y cuál es Su función dentro del plan de la Salvación?
El Espíritu Santo es al mismo tiempo el Espíritu del Dios-Padre y del Dios-Hijo, que actuó, actúa y actuará siempre dentro de los corazones de aquellos que han sido escogidos por Dios para Sus propósitos.
El Espíritu Santo toma posesión de ellos y los capacita para los designios de Dios, como fue, por ejemplo, el caso de David, que al recibir la unción con aceite del profeta Samuel, vio manifestarse al Espíritu Santo, como podemos verificar en este versículo: “… el Espíritu del Señor vino sobre David…”, (1 Samuel 16:13). Entonces todas sus debilidades se transformaron en fuerza y poder.
Todo aquello que David no podía hacer, a causa de su incapacidad, pasó a tener condiciones para hacerlo, porque dentro de él estaba el Espíritu del propio Dios.
Como David, todos los demás hombres y mujeres que dieron lugar en sus vidas a la manifestación del Espíritu Santo, también fueron usados de forma exclusiva y extraordinaria.
Es impresionante como las personas tienen facilidad para aceptar y someterse a los espíritus de muertos, y no tienen la misma actitud con el Espíritu de la única Persona que murió y resucitó.
Realmente sus ojos están ciegos y su comprensión oscurecida. Hasta su inteligencia está debilitada, pues no pueden comprender lo que es obvio. La verdad es la siguiente: ¡¿Por qué voy a recibir el espíritu de mi padre que está muerto en vez de recibir el Espíritu de alguien que está vivo?! ¿Qué tiene más valor, el muerto o el vivo? ¿Qué tiene más sentido: un ejército entero, armado hasta los dientes, muerto, o una única persona, que, sin embargo está viva?
El Espíritu Santo es exactamente el Espíritu de Dios-Padre vivo, prometido por el Dios-Hijo vivo, para vivir dentro de cada uno de nosotros, para que tengamos vida eterna, tal y como Dios-Padre y Dios-Hijo la tienen.
¡Basta de tantas religiones, tantas filosofías, mandamientos, doctrinas y mil ataduras para el pueblo! ¡Basta de tanta charlatanería! ¡Las personas, los pueblos, las naciones están hartas de tanta palabrería, ellos quieren vida; y nada, absolutamente nada puede transmitir esto al pueblo, a no ser el Espíritu de la propia vida!
El Dios-Hijo dijo: “… Yo he venido para que tenga vida, y para que la tengan en abundancia.”, (Juan 10:10).
Si usted quiere aprender más sobre la Palabra de Dios y tener la dirección del Espíritu Santo para practicarla, participe del Ayuno de Daniel.
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