Desde la creación de todas las cosas hasta el nacimiento del Señor Jesucristo, todo el Universo fue testigo de la manifestación poderosa del Dios Padre; bastaba que la palabra saliera de Su boca para que las cosas que no existían, pasaran a existir.
En cuanto a Él, el salmista David afirmó:
“Bendice, alma mía, al SEÑOR. SEÑOR Dios mío, mucho Te has engrandecido; Te has vestido de gloria y de magnificencia. El que Se cubre de luz como de vestidura,
Que extiende los cielos como una cortina, que establece Sus aposentos entre las aguas, el que pone las nubes por Su carroza, el que anda sobre las alas del viento…”(Salmos 104: 1-3).
Sí, el Dios Padre manifestó Su gloria en este mundo, en especial en la formación de Su pueblo escogido e instalado en Israel. Los patriarcas, reyes, jueces, profetas y sacerdotes experimentaron la fuerza de Su poder de tal forma que hasta hoy, cuando recordamos sus experiencias, nuestro ser se exulta del poder y de la gloria de Su presencia.
El Dios Padre descendía de Su trono de gloria para manifestarse en medio de Su pueblo. Él nunca fue un Creador distante de Sus criaturas; siempre participó de la historia humana, mostrándole así a todas las generaciones, que solo Él es el Señor Dios. Todas las veces que Dios hablaba con Su pueblo a través de un patriarca, un profeta, rey o juez, era la manifestación evidente del Dios Padre, aunque el Dios Hijo y el Dios Espíritu Santo estuviesen en Él y con Él. Además, el Dios Espíritu Santo siempre presenció la Obra tantola del Dios Padre como la del Dios Hijo. Encontramos una prueba de eso en seguida en los primeros versículos de la Biblia:
“En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas.” (Génesis 1:1-2)
Entonces, de inmediato constatamos las dos Personas de la Santísima Trinidad en estos dos versículos. Pero, hay muchos otros pasajes en el Antiguo Testamento que confirman a estos dos personajes.
Mientras que el Dios Padre trabajaba junto a Su pueblo aquí en la Tierra, anunciando la venida del Mesías, es decir, del Dios Hijo como el Salvador de la humanidad, Isaías profetizó sobre Él:
“Porque un Niño nos es nacido, Hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará Su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.” (Isaías 9:6)
Y sobre Su sacrificio, el mismo profeta afirmó:
“¿Quién ha creído a nuestro anuncio? ¿Y sobre quién se ha manifestado el brazo del SEÑOR? Subirá cual renuevo delante de Él, y como raíz de tierra seca; no hay parecer en Él, ni hermosura; Le veremos, mas sin atractivo para que Le deseemos. Despreciado y desechado entre los hombres, Varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de Él el rostro, fue menospreciado, y no Lo estimamos.” Isaías 53:1-3
Cuando finalmente el Señor Jesús nació, entonces el Dios Padre comenzó a hablar a través de Su Hijo, como está escrito en la epístola a los hebreos:
“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo…” (Hebreos 1:1-2)
(*) Fragmento extraído del libro “El Espíritu Santo”, del obispo Edir Macedo.
Participe del Ayuno de Daniel, para que el Espíritu Santo repose sobre su vida y haga de usted Su morada.
Desde el 9 de febrero hasta el 1 de marzo.
Si usted ya partició alguna vez del Ayuno de Daniel, deje un comentario en nuestro facebook o instagram, contando sus experincias. esto irá a ayudar a los que están indecisos a descubrir los grandes beneficios de este propósito.
[related_post themes=”flat”]
[related-content]