Maria Alejandra llegó a la Universal con la vida totalmente destruida. Ella quería reconstruir su interior, pero para eso debía entender la razón del porqué de tanto sufrimiento. Buscaba respuestas en diferentes lugares, pero no las encontraba.
Nada de lo que tenía la completaba. Tenía una profesión y un hijo, pero el “éxito” se esfumaba con el fracaso matrimonial.
Cuando se acercó a la Universal, aprendió a usar la fe con inteligencia. Pudo comprender que el motivo de tanta angustia era la ausencia de Dios. “El Espíritu Santo era lo único que me iba a poder rescatar de ese pozo”, dice. Comprendió que para que su vida cambiara debía reconstruir el “altar” interno. Por eso, tomó la actitud de limpiar su corazón, librándose de todas las ansiedades, pidió perdón y dejó a un lado su orgullo.
Al tener el “altar” reconstruido, recibió lo que tanto deseaba, el Espíritu Santo: “Yo supe siempre que el Altar nunca me debe, nunca queda debiendo”, resaltó María Alejandra. Sacrificio tras sacrificio, obtuvo conquistas en otras áreas: su familia se reconstruyó, hoy disfruta de un matrimonio bendecido. Además, recibió grandes respuestas en su vida económica. Hoy puede viajar, conquistó autos, trabajos y resoluciones de juicios.
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