Crecer en un hogar desestructurado puede traerle grandes problemas y conflictos internos a una persona. Fue justamente lo que sucedió con Leo Mota, de 37 años. (foto de al lado)
Sus padres peleaban constantemente, eran alcohólicos y Leo, cuando era joven, se veía sin la menor perspectiva de vivir un futuro próspero. A los 12 años, comenzó a salir con los amigos a fiestas, pasó a consumir grandes cantidades de bebida alcohólica y a relacionarse con varias mujeres. “Llegué a chocar mi auto, el auto de mis padres y de amigos. Estaba tan borracho que al día siguiente no recordaba nada de lo que había hecho”, cuenta Leo.
Él trabajaba en una empresa desde hacía años, pero no se desarrollaba, vivía con deudas y no veía la posibilidad de crecimiento. Con una vida limitada y sin saber lidiar con el fracaso y el vacío interior, se involucró con varias mujeres y bebía cada vez más.
Fin de la línea
La madre de Leo conoció la Universal, restauró su vida y lo invitó para que también luche por el cambio. Pero, aun con todos los problemas que enfrentaba e incluso después de un secuestro express, Leo todavía rechazaba la invitación de la madre. “Me apuntaron con armas, recibí un culatazo en la cabeza, sentí que la sangre descendía. Fue uno de los momentos más terribles de mi vida, pero, aún así, no me interesaba saber sobre Dios, ni sobre la iglesia”, explica Leo.
Hasta que él vivió otro momento horrible. Una mañana al despertar, Leo no podía mover las piernas. Los médicos hicieron varios exámenes y no encontraron ningún problema relacionado a algún tipo de parálisis y eso hizo que Leo se asuste. “Me desesperé totalmente, porque nunca había tenido problemas de salud. De repente me vi en aquella situación. Tuve que comer y bañarme en la cama”, recuerda Leo.
Sin encontrar solución para su caso y cansado de tener que estar en una silla de ruedas dependiendo de las personas, decidió aceptar la invitación de su madre para ir a la Universal. Allí aprendió que, con el uso de la fe, su vida económica y su salud podrían ser transformadas. “En las reuniones aprendí que todo era posible, siempre que yo obedeciese a la Palabra de Dios. Mis pensamientos comenzaron a cambiar, dejé de aceptar la vida limitada que tenía y mi situación se fue modificando”, dijo.
Cambio de vida
Primero, cambió su interior, dejó las malas costumbres y se liberó de los vicios. Después comenzó a perseverar en los propósitos y en las oraciones, y algunos meses después fue curado de la parálisis, lo que lo motivó aún más a continuar en la fe y a luchar por la vida financiera.
Con una nueva dirección, entró al gran mercado inmobiliario y pasó a hacer buenos negocios. “Me convertí en director comercial de una gran empresa del sector. He tenido mucho éxito en todo lo que hago”, resalta.
La base
Su vida se volvió exitosa en todas las áreas, incluso en la sentimental. Él se casó recientemente y abrió una empresa en el área de la belleza, cuya responsable es su esposa, Vanessa. Tienen autos importados, departamento de lujo y viajan a diversos países. “Nada se obtuvo por un toque de magia. Las cosas no sucedieron de un día para el otro, sino paulatinamente. Aprendí el camino de la victoria y comencé a vivir de fe en fe”, destaca.
La historia de Leo muestra que, cuando Dios es la base de todo en la vida de alguien, es posible tener una vida próspera y bendecida.
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