La promesa de ganar dinero fácil suele ser un anzuelo seductor. Por eso, cada vez más personas se pierden en los caminos de las estafas piramidales o de las apuestas online.
Un ejemplo de esto es lo ocurrido hace unas semanas en la ciudad bonaerense de San Pedro donde un tercio de los habitantes fue víctima de un fraude financiero. Unas 20 mil personas invirtieron sus ahorros con la promesa de obtener grandes ganancias en criptomonedas, pero terminaron perdiendo todo.
En tanto, el boom de los casinos online es otra de las trampas en las que muchos entran con el deseo de obtener más dinero, pero tristemente caen en las garras de la ludopatía, un vicio del cual no pueden salir.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define a esta adicción como una enfermedad e incluye en esta problemática a los “juegos digitales” o “videojuegos”.
La idea de que es posible obtener dinero con solo tocar la pantalla del celular parece irresistible. Sin embargo, lo que aparenta ser una vía fácil para llenar el bolsillo termina destruyendo la economía y afectando la salud.
Lo más preocupante es que este mal afecta cada vez a personas más jóvenes. Según el estudio Apostar no es un juego, casi la totalidad de los encuestados de entre 15 y 29 años escuchó hablar de apuestas online. El 40 % lo practica y 3 de cada 4 apostadores le dedica hasta 2 horas diarias.
El informe cita a la psicóloga Laura Jurkowski de reConectarse (centro especializado en adicciones a internet, videojuegos y redes sociales) quien destaca que “el consumo problemático de apuestas en línea es una razón común de consulta relacionada con las tecnologías (…). El atractivo y la facilidad de accesos a estas plataformas digitales se han convertido en un riesgo evidente para esta población que, por cuestiones madurativas, presentan vulnerabilidades mayores a otras franjas etarias que los predisponen especialmente a adquirir hábitos adictivos, problemas de salud mental, desarreglos económicos y conflictos familiares y sociales”.
Por otro lado, una investigación elaborada por el Observatorio de Adicciones y Consumos Problemáticos de la Defensoría del Pueblo bonaerense indicó que el 8,29 % de los argentinos apostó online en algún momento de su vida, cifra que se eleva al 12,5 % en jóvenes de entre 15 y 24 años, y alcanza el 15,5 % en el grupo de 25 a 34 años.
Inmersos en ese mundo de ganancias y pérdidas, los individuos no siempre se dan cuenta de que lo que comenzó como diversión pasó a ser un vicio.
EL CULPABLE
La raíz de este mal suele ser la codicia, ese deseo de obtener algo de manera no saludable. A diferencia de un anhelo o un sueño, la ambición parte de un desequilibrio, ya que lleva a la persona a hacer cualquier cosa para conseguir lo que quiere.
Algunos codician el dinero y una vida exitosa porque han pasado por privaciones y necesidades, pero, luego, ese sentimiento puede llevarlos a la ruina al impulsarlos a involucrarse en esquemas piramidales, hacer algo ilegal o probar con los juegos de azar.
CÓMO SABER SI SOY ADICTO
Si sentís que siempre querés jugar más y no lográs salir de ese ambiente online, eso es una señal de alerta. Mentir para esconder el valor gastado y pensar constantemente en las apuestas también son síntomas de la adicción. Reconocer la dependencia es esencial para cambiar.
La Universal brinda apoyo a los dependientes en el tratamiento “Los Vicios tienen Cura”. Allí se enseña que el vicio no está relacionado solo a la sustancia o a las apuestas, sino que es un espíritu que actúa en la mente. Varios son los testimonios de quienes han perdido mucho en juegos online y tragamonedas, pero que escribieron una nueva historia al recurrir al auxilio de Dios.
Para buscar ayuda gratuita, participá de la reunión los domingos a las 15 h, en Av. Corrientes 4070, en el barrio de Almagro.
Perfil de los apostadores jóvenes
• 3 de cada 4 creen que ese hábito puede convertirse en una adicción.
• Un 30 % ha experimentado ansiedad o estrés por el hecho de no haber podido realizar una apuesta.
• En promedio, los adolescentes y jóvenes apuestan el equivalente a 2 de cada 3 pesos que reciben de sus padres para afrontar gastos cotidianos.
Fuente: Apostar no es un juego (Buenos Aires, 2024)