Dijo el rey David: “Joven fui, y he envejecido, y no he visto justo desamparado, ni su descendencia que mendigue pan.”, (Salmos 37:25). Esa es la promesa de Dios para los que creen en Él, y solo tienen esa convicción, esa certeza, aquellos que tienen el privilegio, la gloriosa presencia del Espíritu Santo, porque esa fe, esa certeza, proviene del trono del Altísimo, porque Él es el Autor y Consumador de la fe.
No esté atribulado, no deje que las malas noticias y las amenazas del diablo le afecten. El diablo no tiene poder para tocar en el justo, pero eso no quiere decir que va a quedarse quieto ni callado. Él usa acusaciones, mentiras, calumnias, usa palabras para debilitar a quienes están en la fe. El diablo usa palabras de duda, de miedo y de amenaza para debilitar a los que están firmes en la fe y a estos les cabe mantenerse así, resistir.
Voy a compartir una experiencia personal con ustedes. Recuerdo que cada vez que estuvimos a punto de tomar posesión de una gran victoria, en los momentos finales, venían amenazas, acusaciones, se levantaban enemigos, los hijos del infierno, para acusarme. Pero enseguida venía un viento y los ahuyentaba, los alejaba, y yo tomaba posesión de lo que estaba esperando. Cada vez que enfrentamos grandes luchas estas son señales de grandes victorias.
Cuanto mayores sean las luchas y las pruebas, mayores serán las bendiciones. Entonces, no se quede triste, abatido, atribulado… Sepa que Dios está con usted, si es que usted está con Él. Porque Dios está con nosotros cuando nosotros estamos con Él. Ahora, si eso no es así, Él no podrá hacer nada. Dios no nos impone Su presencia.
Pero si nosotros estamos con Él, si creemos en Él, si confiamos en Sus promesas por encima de las promesas de los hombres, si mantenemos nuestra dependencia en Él, jamás nos desamparará y, a su tiempo, en el momento exacto, nos estaremos riendo.
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