Hay un hecho muy interesante en Israel que involucra los dos mares de ese país: el Mar de Galilea y el Mar Muerto. El Mar de Galilea recibe las aguas del Río Jordán, que empieza muy al norte de Israel y desemboca allí. Toda la región del Mar de Galilea está llena de vida, y a su vez, la economía del lugar prospera. El Mar de Galilea le devuelve agua al sur, cruza Israel hasta llegar al Mar Muerto, donde desemboca el Río Jordán. En cambio, el Mar Muerto, no desemboca en otro lugar. Las aguas mueren allí y se lo llama así porque en ese lugar no hay vida.
La lección que recibimos con estos dos mares que están dentro de la Tierra Santa es muy obvia: cuando la persona solamente recibe y no da, eso muere en ella. Se vuelve infructífera, sin vida. Los que son mezquinos, egoístas y avaros son solitarios, no disfrutan las grandes amistades. Si hubiera personas cercanas a ellos es porque tienen dinero y ellas están allí por interés.
Cuando usted mira la mentalidad del pobre, usted puede observar que piensa así: “tengo que recibir, porque soy pobre.” Además, el pobre le tiene bronca al rico porque tiene más que él, tiene envidia o resentimiento y no reparte lo que tiene. En cambio, el rico comprende que necesita invertir para ganar. Él necesita gastar para tener un retorno de esa inversión.
Esta ley prevalece en esos dos perfiles de personas y la Palabra de Dios se confirma con respecto a eso en el libro de Proverbios 11:24: “Hay quienes reparten, y les es añadido más; y hay quienes retienen más de lo que es justo, pero vienen a pobreza.” Quien tiene y da liberalmente recibe más, y el que tiene y retiene termina por perder lo que no tiene.
¿Qué tipo de persona es usted? ¿Qué clase de cristiano usted es? ¿Usted se levanta por la mañana y le pregunta a Dios qué puede hacer para agradarlo y servirlo más?, ¿Ha dado lo que ha recibido o lo ha retenido? ¿Lo ha guardado por miedo de que le falte? Sepa que ese pensamiento egoísta es el que lo llevará a la miseria y a la soledad, porque el pensamiento de una persona próspera y llena de vida, rica espiritual y físicamente, es el de una persona generosa, que da y no tiene miedo a perder y a invertir con inteligencia. El rico no derrocha el dinero, no lo malgasta, pero sabe que si no invierte no tendrá retribución.
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