Noemí y su esposo se llevaban muy mal, había agresiones físicas y verbales, traiciones y mucho rechazo, ni siquiera podían sentarse a la mesa. Ella estaba enferma, un tumor crecía en su útero, alrededor del útero había várices y también tenía Mal de Chagas. Los dolores eran tan fuertes que a veces no podía caminar. El sufrimiento de esta mujer aumentaba con el paso de los días.
“Él tenía otra mujer, se iba a su casa, le llevaba cosas, gastaba su dinero en ella y después venía y me agredía verbalmente humillándome como mujer. En un momento no aguanté más y lo eché de mi casa, ese fue el momento más duro que viví. Fueron siete meses que estuvimos separados”, cuenta Noemí.
Su esposo fue quien llegó primero a la Universal, la invitó y ella también comenzó a participar de las reuniones. No fue sencillo, pero luego de perseverar usando la fe la situación comenzó a cambiar. “Lo primero que notamos es que hubo diálogo, surgió entre nosotros una amistad, no fue fácil, pero logramos que el matrimonio fuera restaurado. Recuerdo que me enfoqué en cambiar yo, seguía las orientaciones que me daban y buscaba detectar mis defectos para trabajar sobre ellos. Usaba la fe para cambiar, para ser una nueva mujer porque quería ser feliz. Mi esposo también fue transformado, hoy es un hombre maravilloso, a quien quiero a mi lado, es compañero, atento, cariñoso, estamos juntos y somos muy felices”, dice ella sonriendo junto a él.
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