La Biblia está repleta de milagros. Uno de los que se destaca es la cura de un ciego de nacimiento: “Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. (…) Dicho esto, escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y untó con el lodo los ojos del ciego, y le dijo: Ve a lavarte en el estanque de Siloé (que traducido es, Enviado). Fue entonces, y se lavó, y regresó viendo. Entonces los vecinos, y los que antes le habían visto que era ciego, decían: ¿No es éste el que se sentaba y mendigaba? (…) Entonces volvieron a llamar al hombre que había sido ciego, y le dijeron: Da gloria a Dios; nosotros sabemos que ese hombre es pecador. Entonces él respondió y dijo: Si es pecador, no lo sé; una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo.” (Juan 9:1; 6-8; 24-25).
Podemos observar que el Señor Jesús abrió la visión de este hombre e hizo lo mismo con muchos otros ciegos. Sin embargo, no logró realizar el mismo hecho en la vida de los que Lo rechazaron y se rehusaron a mirar hacia sí mismos y reconocer su propia condición espiritual. Jesús también curó y atendió a muchos, excepto a los hipócritas.
AUTOANÁLISIS
Los ojos revelan mucho sobre la condición espiritual en la que nos encontramos, como podemos leer en Mateo 6:22-23: “La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?”.
UN CIEGO GUIANDO A OTRO CIEGO
Los que sirven a Dios en su obra necesitan un cuidado mayor, porque no pueden mirar y atender a otros y, al mismo tiempo, descuidarse a sí mismos. Esa realidad borrosa hace que muchos se entretengan con quehaceres y se olviden de autoexaminarse. Pero, “… ¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo?”. (Lucas 6:39).
El que se mantiene firme de esa manera sabe que esa firmeza es frágil, ya que nadie se mantiene por mucho tiempo apoyado en el bastón de títulos, posiciones o uniformes oficiales.
También están los que buscan justificarse mirando el pecado ajeno: “Pero Fulano hizo o hace eso” y bla, bla, bla. Los ojos de muchos son buenos para ver a los demás, pero pésimos para mirarse a sí mismos, lo que revela que, si el ojo es grande, la visión espiritual es pequeña.
“… Y VIO”
El mal de ojo espiritual tuvo su marco inicial en Génesis. “Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que el Señor Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Con que Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto? Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis. Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal. Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella”. (Génesis 3:1-6).
La serpiente, que es el diablo, sabía el gustito que ese fruto tenía, porque él mismo ya había probado el sabor de las consecuencias de su propio pecado. Ese mal de ojo sucedió, primeramente, en el campo celestial, y la caída fue enorme. “¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones. Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo. Mas tú derribado eres hasta el Seol, a los lados del abismo.” (Isaías 14:12-15).
Esto prueba que la debilidad y la muerte espiritual empiezan en los ojos, así como la integridad y la preservación de la propia alma. El secreto para mantenerse libre de la contaminación es fijar los ojos en Jesús sin distracciones. Debemos hacer lo que solo nosotros mismos podemos hacer por nosotros mismos al desviar los “ojos de las cosas inútiles”. (Salmos 119:37).
En Apocalipsis 3:18, somos espiritualmente orientados y adquirimos el colirio para ungirnos los ojos y poder ver. Ese colirio, accesible, está en la Palabra de Dios, pero hay un precio a pagar, que es la renuncia a muchas cosas a las cuales es fácil apegarse, como la propia razón, las propias “verdades”, el orgullo y tantas otras que vuelven al ser humano miope a la Salvación.
Si la convivencia con la Palabra de Dios, que es más cortante que una espada de dos filos (Hebreos 4:12), no es suficiente para sensibilizar, convencer y hacer caer la escama de los ojos, entonces ¿qué es lo que podría interceder por nosotros?
¿Quién, a ejemplo del ciego de nacimiento, puede decir que hoy puede ver?