El miedo es un estado de perturbación resultante de la idea de un peligro real o aparente, o de la presencia de algo extraño. La duda es el elemento generador del miedo. No sólo del miedo, sino además de todas las debilidades humanas. La duda también es la madre de las preocupaciones, de los celos enfermizos, de las desconfianzas, de los recelos…
El miedo a perder ha impedido que la persona actúe. Así, los fracasos del pasado han trabado el avance en la conquista del futuro.
Quien se mantiene lejos de la duda, también se mantendrá lejos de la derrota.
¡De aquí viene la razón de la fe! La fe es certeza…
Así como la duda es resultante de la acción de un espíritu maligno, la fe inteligente es la acción del Espíritu de Dios. Él jamás cuenta con el tímido o miedoso para Sus proyectos. Más bien, ha escogido a personas que confían en Sus promesas como lo hicieron en el pasado los héroes de la fe.
Quien cree en Él no tiene miedo ni se intimida delante de los desafíos de la vida. Al contrario: duda del éxito del mal. Es decir, ¡duda de la propia duda!
“Aunque la visión tardará aún por un tiempo, mas se apresura hacia el fin, y no mentirá; aunque tardare, espéralo, porque sin duda vendrá, no tardará.” (Habacuc 2:3)
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