La Palabra de Dios dice, en la primera epístola de Pedro, capítulo 3, versículo 8:
«En conclusión, sed todos de un mismo sentir, compasivos, fraternales…» 1 Pedro 3:8
Para evitar problemas familiares, matrimoniales y entre padres e hijos, acepte ser fraternal, que es considerar al otro como hermano. La palabra «fraternal» se relaciona con la hermandad, con estar unidos por la sangre: «carne de mi carne, sangre de mi sangre».
Cuando uno mira al otro ―al hermano, al padre, al hijo, a su familia― con fraternidad, con hermandad, no le ahorra la verdad, hace por el otro lo que Jesús dijo, amar al prójimo como a nosotros mismos.
Debemos amar a todos, debemos empezar a practicar este amor, el de desearle al otro lo que deseamos para nosotros, el de hacer por el otro lo que nos gustaría que hicieran por nosotros. ¿Por dónde empieza esta práctica? Por la familia, en casa.
Cuando el padre mira al hijo con fraternidad no le ahorra el ser disciplinado cuando debe serlo, el ser contrariado cuando deba ser contrariado, el estimularlo, motivarlo, exhortarlo y advertirle como a un hermano.
Cuando vemos que nuestro hermano está yendo por mal camino, ¿qué hacemos? Lo reprendemos, le advertimos, aunque haya que contrariarlo, porque somos hermanos. Incluso, cuando hay hermandad, no hay que explicar, somos directos, no damos vueltas.
Por dar vueltas, tenemos un montón de adolescentes y niños malacostumbrados. A veces, para que el niño no estorbe o haga un berrinche, los padres lo ponen delante de una pantalla con juegos. Cuando se dan cuenta, criaron a un enemigo dentro de su propio hogar, que no los respetará y que no sabrá comportarse ante los adultos y la sociedad.
No le ahorres a tu ser querido la verdad, sé directo, hablale con fraternidad, como a un hermano; pedí ayuda y sé abierto. Seguramente vamos a desagradar a alguien, pero, como hermanos que somos, nos perdonamos, nos besamos, lloramos y después bailamos unidos también y ya está, porque somos familia.
Luego, sigue diciendo:
«… misericordiosos…» 1 Pedro 3:8
El que es misericordioso perdona. Perdoná a quien te ofendió, porque también te equivocás. Además, sos un miembro de la familia, sos hijo, esposa, padre, madre, y tenés que entender que todos fallamos, pero nuestras fallas no son para separarnos o para romper lazos, sino para unirnos aún más y hacernos fuertes.
¿Qué hizo Dios? Como el hombre pecó una y otra vez, envió a Abraham, a Moisés, a Josué y a Jesús; ¡no desistió! Mire quiénes estamos hoy aquí, vos y yo, porque Dios fue Misericordioso. Él no desistió ni desiste; aunque fallemos, sigue creyendo en nosotros; aunque pequemos, nos dice: «Asume tu error y confiésalo, porque te perdono. Asume las consecuencias, madura y levántate, porque caminaré contigo».
Eso fue lo que Él hizo con todos los que fueron misericordiosos.
Todos podemos ser misericordiosos, sé misericordioso y pedí que los demás lo sean con vos. Tené este amor fraternal.
Obispo Júlio Freitas