Cuando Nicodemo se encontró con el Señor Jesús, escuchó que «el que no naciere de nuevo, no puede ver el Reino de Dios», Juan 3:3. Es decir, si la persona no nace de nuevo, aunque sea religiosa, frecuente una iglesia o tenga un título eclesiástico, no podrá heredar el Reino de Dios.
«Lo que es nacido de la carne, carne es…», Juan 3:6, no solo biológicamente. Desde el punto de vista espiritual, ser «carne» es estar convencido de que somos de Dios, sin convertirnos a Él. Su corazón puede convencerlo de que es una persona de Dios e incluso puede mantenerse aparentemente en la fe, sin embargo, cuando llegue el momento de las tribulaciones, se revelará si nació de Dios o no. Si no nació de Él, usted abandonará todo.
El corazón es engañoso, corrupto, cruel, perverso y capaz de llevar a una persona a la religiosidad. Por eso, es necesario nacer del agua y del Espíritu. El primer paso para esto es arrepentirse de los pecados, odiarlos y hacer un voto con Dios determinando lo siguiente: «Nunca más lo haré». Después, surgirá el deseo de bautizarse, enterrando el propio «yo» pecaminoso para vivir en novedad de vida.
El que nace de la carne es fanático y carnal, en cambio, el que es nacido del Espíritu Santo es espíritu y espiritual, también sabe discernir y separar las cosas para ser una persona equilibrada que agrada a Dios.
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