Elí no lograba dormir. Aquella noche había algo extraño en el aire. Insistía en cerrar los ojos, pero no podía. El sacerdote Elí estaba acostado, hasta que su descanso fue interrumpido. En esos días, Samuel era un niño maduro, en tamaño y moral. Servía al Señor en el templo y se preparaba para seguir una vida de rectitud dedicada a Dios, cuando fuera adulto.
“Heme aquí; ¿para qué me llamaste?”
La voz de Samuel aun no había madurado, pero sus pensamientos sí. Él sabía que estaba bendecido por Dios desde su nacimiento y debía su vida al Señor. Para eso, se dedicaba al aprendizaje y a la ayuda en el templo.
“Yo no he llamado; vuelve y acuéstate.”
A Samuel le extrañó, pero no contestó. Volvió a donde estaba, dejando a Elí – que ya era un anciano de edad y de conocimiento – descansando. Pero solo por algunos minutos.
“Heme aquí; ¿para qué me has llamado?”
Bien, Elí no lo había llamado. Entonces ¿qué estaba sucediendo con el único buen muchacho de aquel templo? ¿Estaría oyendo cosas? ¿O soñando? O, peor, ¿ sería alguna especie de juguete aprendido con los otros chicos de Elí, que no agradaban en nada al Señor?
“Hijo mío, yo no he llamado; vuelve y acuéstate .”
Y volvió Samuel a su lugar. Elí adoptó a Samuel como su pupilo ni bien dejó de ser amamantado. Su madre, muy contenta porque el Señor le dio un hijo después de tantos años estéril, le agradeció dando al niño para servir en el templo.
Probablemente ese milagro había dejado sus frutos en el niño. Obediente, inteligente, justo, amoroso. Samuel era un siervo devoto a Dios. Aunque no conociera profundamente la Palabra, cumplía los consejos del sacerdote. Era un niño especial.
Pensando en esas cosas, Elí se dio cuenta de lo que estaba pasando cuando Samuel volvió por tercera vez diciendo “Aquí estoy. ¿Para qué me has llamado?” El niño no conocía a Dios, pero Dios quería conocer al niño.
“Ve y acuéstate; y si te llama, di: “Habla, Señor, que Tu siervo escucha.”
Entonces, Elí pudo dormir contento, porque el niño había sido escogido.
¿Usted también ha logrado escuchar la voz de su Señor?
(*) 1 Samuel 3