“Y me ha dicho: Bástate Mi gracia; porque Mi poder se perfecciona en la debilidad…” (2 Corintios 12:9)
Quien vive por la fe camina a contramano del mundo. La lógica de la fe cristiana es diferente a la lógica de este mundo. Quien intenta conciliar la fe sobrenatural y la lógica de este mundo no llegará a ningún lugar. El Señor Jesús le garantizó al primero, el último lugar, y al último, el primer lugar. El mayor será siervo de los menores. Quien quiera salvar su vida, la perderá; pero, quien pierde su vida por la causa Divina, la salvará.
Incluso el poder de Dios se perfecciona en la debilidad. Delante de eso, Pablo notó que sus debilidades eran señales de su fuerza. Agigantado en esa fe, confesó: “Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Corintios 12:9-10).
Con las humillaciones, Pablo aprendió que los humillados serán exaltados y los exaltados, humillados. En el Reino de Dios, quien quiere ganar, pierde, y quien no se preocupa por perder, gana. Lo opuesto a las reglas del mundo. Por lo tanto, si usted se siente debilitado, humillado o fracasado, sepa que es la señal del poder de Dios perfeccionándose en su debilidad.
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Levántese, sacuda el polvo y vaya hacia adelante porque Dios está con usted.
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Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo
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