El principio de los diezmos y de las ofrendas se basan en el reconocimiento de que todo lo que tenemos proviene de Dios y Le pertenece a Él. También se fundamenta en la gratitud porque, por más inteligente que sea una persona, sola no podría conquistar la salud, el alimento, el oxígeno, la paz, la familia, entre otros.
Por lo tanto, entienda que poder ofrecerle algo al Todopoderoso y a Su obra expresa nuestra fe en Él. Esto debe ser motivo de alegría y no algo obligatorio, forzado, de mala voluntad o instrumento de negociación. El que verdaderamente conoce a Dios no tiene en cuenta lo que Le da, sino que lo hace como una actitud gratificante, espontánea y generosa.
¿Qué pensaría si una esposa contara las veces que le preparó la comida a su marido, las camisas que le lavó o las veces que lo recibió con un abrazo?
¿Y si una madre le echara en cara a su hijo las veces que no durmió bien por las noches para cuidarlo o el dinero que gastó para criarlo?
El amor perfecto no mide el sacrificio que se hace por la persona amada, simplemente se ama con generosidad.
Otro punto con respecto a los diezmos y a las ofrendas se refiere a lo que el Señor Jesús dijo sobre los escribas y fariseos de Su época. El Salvador afirmó que esos religiosos daban el diezmo incluso de la menta y del comino, es decir, de las pequeñas hortalizas del jardín, sin embargo, Él hizo hincapié que nuestra justicia debería exceder a la de estos grupos de religiosos.
No debemos olvidarnos también de que Dios en el pasado estableció un templo y designó levitas para servirlo, y los diezmos y las ofrendas proporcionaban estos privilegios. ¿Acaso Él dejó de tener hoy un lugar para ser adorado y siervos para ayudar a Su pueblo?
Por lo tanto, si en la Antigua Alianza, que era solo una sombra de la Nueva Alianza, había espacio para gestos extravagantes de fe, por medio de los sacrificios y de las ofrendas, ¿la actual y superior, firmada con la sangre del Señor Jesús debe ser conocida por la mezquindad y duda de hijos que no quieren comprometerse en honrar al Padre?
A veces la dificultad de aceptar los diezmos y las ofrendas no se apoya en aspectos teológicos, sino en un corazón apegado a las cosas materiales.
No se trata de discutir si esta es una cuestión vigente solo al período de la ley. El amor, la fe y la gratitud forman parte de todas las épocas, pero de la especial consideración en la dispensación de la gracia, firmada en la muerte de Alguien que fue capaz de dar todo de Sí para la humanidad.
Por lo tanto, la gracia no nos hace menos deudores. Al contrario, somos los más responsables y requeridos de dar frutos de devoción.
Los diezmos y las ofrendas siguen probando el corazón humano. Porque solo sirve al Señor con buena voluntad en esta área el que Lo tiene por encima de sí mismo. El que no Lo considera, será guiado por su avaricia, y seguirá considerando que comprar algo por 100 dólares no es nada, pero dar 10 dólares de ofrenda en la iglesia es una fortuna.
Obispo Júlio Freitas