La Biblia es radical en ese asunto y se refiere siempre a dos lugares: Cielo e infierno
La Iglesia Católica Romana enseña que existe un supuesto lugar entre el Cielo y el infierno adonde irían las almas de todos los que parten de esta vida. Allí tendrían que purgar las manchas o los pecados veniales (excusables) que les haya quedado de la vida terrenal, antes de poder entrar en el Cielo.
Esa doctrina fue establecida oficialmente en el Concilio de Florencia, en 1439, y afirma que las oraciones de los amigos, de la Iglesia o la intermediación de los santos ayudarían a aliviar las penas del purgatorio.
El escritor católico Mazzarelli calculó que una persona normal practicaría en promedio treinta pecados veniales por día, y que, para cada pecado el alma sufriría un día en el purgatorio. Las indulgencias vendidas por la Iglesia Católica en la Edad Media eran una especie de bono que dependiendo del valor, supuestamente disminuía el tiempo que el comprador pasaría en el purgatorio.
La Biblia es radical en ese asunto y se refiere siempre a dos lugares: Cielo e infierno. Según la Palabra de Dios, el único medio que Él ha dado para limpiar nuestros pecados es la sangre del Señor Jesús, o sea, Su sacrificio y Su consecuente aceptación por el ser humano:
“A quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados.” Romanos 3:25
“Y según la ley, casi todo es purificado con sangre; y sin derramamiento de sangre no hay remisión. Fue, pues, necesario que las figuras de las cosas celestiales fuesen purificadas así; pero las cosas celestiales mismas, con mejores sacrificios que esto. Porque no entró Cristo en el santuario hecho por los hombres, figura del verdadero, sino en el cielo mismo, para presentarse por nosotros ante Dios. Y no entró para ofrecerse muchas veces, como entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena. De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los tiempos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado. Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio…” Hebreos 9:22-27
Vea también: 1 Juan 1:7 y Apocalipsis 7:14 La Biblia enseña que los que creen, al morir, son trasladados directamente a la presencia de Dios:
“Conforme a mi anhelo y esperanza de que en nada seré avergonzado; antes bien con toda confianza, como siempre, ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo, tanto si vivo como si muero, porque para mí el vivir en Cristo y el morir, ganancia.” Filipenses 1:20-21
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